"Basta con sentirte querido y protegido"
ANTOFAGASTINIDAD. Alberto Olguín, actor, académico, escritor.
"Lo esencial es no perder la orientación. Siempre pendiente de la brújula, siguió guiando a sus hombres hacia el norte invisible, hasta que lograron salir de la región encantada", dice una parte de "Cien años de soledad", la monumental obra de Gabriel García Márquez.
Alberto Olguín, actor, académico, escritor y director de teatro, la tiene entre sus piezas elegidas. Nacido "en la lejana Antofagasta de Chile", ha pasado medio siglo de ese hecho, tiempo en el cual formó un núcleo familiar potente junto a Karin, su esposa y su amado hijo Martín.
¿Qué recuerdas de tu infancia?
- Recuerdo la población Óscar Bonilla recién inaugurada. Un par de manzanas y de ahí el infinito… el desierto, los cerros explorados muchas veces, futbol en la calle hasta muy tarde de noche, recuerdo una camioneta blanca que se paseaba despacio (era la CNI) y yo los saludaba inocentemente. Recuerdo bajar desde calle Morro de Arica con Nicolás Tirado hasta la poza Nilda (una especie de piscina natural cerca del Trocadero) con muchos amigos, haciendo rodar una cámara de neumático para usarla de bote. Recuerdo a mis primos y tíos que venían desde Chuquicamata y tardes de juegos de cartas y conversaciones hasta tarde. Recuerdo a mis queridos vecinos de ese entonces con que nos abrazábamos para el año nuevo, las navidades. Recuerdo cuando se cortaba el agua y había que correr a abrir la llave de paso desde el estanque de agua que había en el techo… muchos teníamos nuestras guaridas debajo de ese estanque de agua. Recuerdo a mis abuelos haciendo empanadas en el comedor de la casa para palear la recesión. Recuerdo sacarme las púas de erizo de la planta del pie con una pinza porque la playa no tenía arena como ahora.
¿Qué era lo mejor de ser niño?
- Jugar, obviamente. Tuve suerte. No me faltó cariño. Pero jugar era lo mejor. Jugar, jugar y jugar. Imaginar, soñar.
¿Qué aprendiste de tus padres?
- Tuve cuatro padres y me enseñaron muchas cosas, pero lo más importante; es que da lo mismo el tipo de familia. Basta con sentirte querido y protegido. Eso para un niño es lo más importante, creo. Aprendí que al final el cariño es lo único que ayuda para todo.
¿Qué libro te cambió la vida?
- "Cien años de soledad"… lejos el más influyente. Después, ya más adulto; Ionesco y su obra "Rinoceronte" y Becket con "Fin de partida" (que son textos dramáticos, pero los incluyo). Pero, muchos más; descubrir a Rimbaud y "Una temporada en el infierno". Leer a Gabriel Salazar y sus estudios de Chile también me cambió ciertos parámetros. "Un espacio vacío" de Peter Brook, también me cambió la vida. "Los trenes se van al purgatorio" de Rivera Letelier. Pero hay algo cierto y puede sonar obvio, pero cada vez que lees un libro tu vida se ha modificado, no hay vuelta a tras con los libros, son inefables.
¿Qué suele ser lo primero que piensas al despertar?
- Si los míos están todos bien.
¿Cuál cree que es la clave para ser feliz?
- No lo sé. No hay clave. Tal vez, tener la posibilidad de ganarte la vida haciendo lo que te apasiona. Pero es tan infructuoso ser feliz, porque es el final del camino. Y si llegas al final se acaba la curiosidad. Y ser curioso es un signo de que eres feliz.
¿Qué es el teatro para ti?
- Una parte importante de mi vida. Después de mi familia, de mis amigos, de la gente a la cual uno se debe. Al final de eso, se aparece el teatro... y el fútbol… y la guitarra… y otra vez la familia… y el teatro… y los amigos… y la música…
¿Cuál es la obra o personaje que te gustaría representar?
- Sin lugar a duda, Ricardo III. Pero no sé si volveré a actuar, estoy dedicado a enseñar, a dirigir y a escribir. Pero me gustaría dirigir un musical (mi placer culpable). Pero uno puntudo, bien político; "Cabaret", por ejemplo.
¿Qué talento te hubiera gustado tener y por qué?
- Dos: ser trovador como los cubanos, tener esa delicadeza para escoger esas palabras y ese son. Y por supuesto, trabajar en un programa deportivo. Algún día lo haré. Alguna vez hablaré de fútbol en un programa de radio. Porque obviamente me hubiese gustado ser futbolista y periodista y cantante… y mago… y bombero… y ahora me ha dado por trabajar madera.
¿Qué cosa identifica al nortino?
- Esa sensación de que vivimos en una isla rodeada por mar por un lado y por el desierto más árido del mundo por el otro. Que vivimos en la marginalidad y que el centro no nos cacha mucho. No nos comprende mucho. Que somos querendones de la playa y el cerro pelado.
En días tan complejos, ¿qué consejo te permitirías dar?
- No soy nadie para dar consejos, pero sí es muy claro que esta especie de mini apocalipsis nos ha llevado a volver a lo esencial como dice el querido Silvio Rodríguez. Hay que recuperar el diálogo real (no el de matinales), la tolerancia. Hay que dejar ir lo que no necesitamos. Podemos vivir con lo elemental. Y no olvidar que una vez que finalice esto, el Estado de Chile aún tiene una deuda para con los, las y les habitantes. El virus es biológico, los otros virus los inventamos nosotros como sociedad y debemos buscarle una vacuna porque Chile está enfermo hace bastante rato.