¡Muera el Estado! ¡Viva el Estado!
"En un escenario como éste es factible proyectar un modelo de Estado consensuado, legitimado y con vigencia en el tiempo". Carlos Tarragó, Presidente de Corporación Proa
Respecto del papel del Estado, en la administración del país, estimo que todo extremo es perjudicial para los ciudadanos y para una verdadera democracia. Hay quienes abogan por un Estado grande, poderoso y omnipresente al extremo de controlar incluso a los ciudadanos. Otros en cambio aspiran a un Estado minimizado, débil y con escasa capacidad de gestión y control. Ni lo uno ni lo otro. Ni un Estado totalitario, ni un Estado ausente. Los ejemplos negativos, en los dos casos, son múltiples.
Todos quisiéramos un Estado eficiente y vigilante, con instituciones fiables y respetadas, en las cuales cada puesto técnico y directivo lo ocuparan profesionales probos, capaces y especializados, bien pagados y evaluados, donde el mérito sea el único requisito para ocupar dichos cargos y la ventanilla, la única vía para una postulación o tramite.
¿Una utopía? Tal vez, pero entiendo que en no pocos países esto se cumple. Donde al ganar una elección presidencial, el Estado no pasa a ser una especie de "botín de guerra" de los ganadores para darle pega a sus adherentes, léase activistas políticos.
Tampoco el Estado solo debe servir de alcancía para salvatajes económicos privados, como lo estamos viendo actualmente y como lo comprobamos en la crisis del año 1982.
Un Estado activo y protagonista debe considerarse imprescindible, vital y preponderante siempre, no asumiendo un rol importante sólo ante situaciones de emergencias. En todo caso debemos tener claro que un Estado se constituye y consolida dependiendo de la madurez cívica de la ciudadanía y de la sensatez y equilibrio del sistema político imperante. En un escenario como éste es factible proyectar un modelo de Estado consensuado, legitimado y con vigencia en el tiempo. Varios países europeos son ejemplos de ello.
En países con tendencias políticas cambiantes como el nuestro, donde se va produciendo alternancia en el poder entre orientaciones con notables diferencias, se hace muy difícil establecer un acuerdo tendiente a estructurar un Estado moderno, serio, dinámico, proactivo y fiscalizador.
Otra discusión pendiente, en el caso de Chile, es hasta donde el Estado debería intervenir en favor de la población. Me refiero a su participación en ciertas, restringidas áreas productivas y de servicios estratégicos. La constitución no lo faculta para ello y solo puede intervenir en aquellos temas donde los privados, ya sea por su alto riesgo o incierta rentabilidad, no participan. ¿No sería de beneficio ciudadano un Estado con posibilidad de asumir, con una administración profesional y sin subsidios, como lo hacen hoy las farmacias municipales, un rol equilibrador y competitivo en algunos servicios básicos?