Chile despertó y el mundo también
"Los ecos de octubre no han sido abordados ni comprendidos en su hondura, complejidad y alcances, desde la complejidad que supusieron". Víctor Toloza Jiménez, Comunicaciones y Admisión UCN
A dos años del estallido social resulta evidente que es difícil entender la totalidad de causas en su amplia dimensión, por más que sus efectos estén a la vista y en pleno desarrollo.
El 18 de octubre es mucho más que la reacción en contra del establishment y la élite, mucho más que la violencia observada, es más grande que la queja y el reclamo por la dignidad y detener los abusos de todo tipo, que ciertamente son parte relevante, pero no el origen exclusivo.
Para aproximarse hay que observar el mundo, que también exhibe una conflictividad similar en los cinco continentes.
Podríamos señalar que aquí operan cuestiones más globales y propias de una sociedad modernizada como la nuestra, mal que mal, desde el fin de la II Guerra Mundial, el planeta ha acumulado riqueza y conocimiento como nunca en veinte mil años de historia: estamos interconectados al mundo, somos más ricos, pero también más individualistas y sin los ejes propios que derivan de las instituciones que nos han normativizado por décadas y siglos, pero que hoy se han derrumbado, están semi destruidos por la desconfianza y su incapacidad para sostener un orden social generado por relatos que le hagan sentido a un mundo y personas amenazadas por tantas variables y que no detiene su metamorfosis.
El problema es que así como no hay bordes, tampoco hay proyectos colectivos y aquello parece fatal para las personas que hoy habitan un páramo ausente de sueños y estructuras que por tanto tiempo encontraron en la política, la religión, la familia, la nacionalidad, entre otras gigantescas invenciones culturales.
Y si no hay bordes, solo queda el "yo", es decir, el individuo solo enfrentado a un presente y futuro incierto. Es por eso que tenemos esa mezcla ecléctica de saberes y prácticas que hasta hace poco fueron contradictorias, pero que hoy son toleradas e incluso avaladas.
Por otra parte, está el fenómeno de la desigualdad con la que convive cualquiera que no sea un privilegiado y que supera lo estrictamente económico. Es cierto, la hay también en la educación, el acceso a un empleo, la salud, en la justicia, es decir, en toda dimensión. La serie de escándalos sólo han terminado por amplificar esa interpretación de que todo va muy mal en beneficio de unos pocos.
Bien podría resumirse, con los riesgos que eso implica, que la paupérrima interpretación de este mundo en transformación, de una sociedad en cambio, la indolencia ante los atropellos, la pobreza de los actuales liderazgos, la destrucción del tejido social y la consolidación de la persona y sus propias creencias, son parte del cóctel que hoy tenemos y que la clase política y económica no ha sabido enfrentar. Por eso es que estamos a las puertas de enfrentar dos visiones antagónicas de cómo conducirnos, lo que ya observamos en EE.UU., Francia, España, Argentina, Brasil, entre otros.
Nos gustaría precisar que el aprendizaje mayor se relaciona a la convicción de que necesitamos a los demás, sin embargo estamos lejos de aquello, apenas reafirmando los pobres y limitados argumentos con los que seguimos afianzando lo que ya creemos, simplemente por conveniencia, comodidad y pereza.
Los ecos de octubre no han sido abordados ni comprendidos en su hondura, complejidad y alcances, desde la complejidad que supusieron. Tienen que ver con un fenómeno global del que Chile, sencillamente, no pudo escapar. Nuestro país no es ningún "oasis", una isla inmune al resto del planeta.