Casi 8 mil niños de la región sufren las carencias de vivir en un campamento
SOCIEDAD. Dirigentes sociales analizan la realidad en la que habitan más de siete mil familias.
En los 89 campamentos que hay en la Región de Antofagasta viven 7.298 familias. Y según el catastro de Techo-Chile y Fundación Vivienda 2020-2021, en estos hogares hay 7.736 niños y niñas menores de 14 años, que viven en estos asentamientos que no cuentan con servicios básicos. Solo a modo de ejemplo, el 98% de las familias no tiene acceso al agua potable, de acuerdo con el mismo documento.
Tampoco tienen acceso al internet. O muy poco. Algo que en pandemia, con clases virtuales y cuarentena, se ha hecho indispensable para continuar con la educación.
Javier Cifuentes, director regional de Techo-Chile, explica que esto ha visualizado la brecha digital y educacional que existe en estos barrios. "Muchos niños y niñas de los campamentos no han podido conectarse. O no han tenido buena conexión, o no tienen internet, o tampoco tienen teléfono o computador o un dispositivo electrónico para poder acceder a las clases", argumenta.
Carencias
Luisa Lizana, socióloga y parte de la Fundación Superación Pobreza, recalca: "La infancia es de los grupos más precarizados". Explica que, para empezar, los niños y niñas de estos barrios "no tienen un espacio para decir lo que sienten. Como fundación tratamos de abrir ese espacio, de que los niños y niñas puedan dar su opinión y que hablen cómo se sienten en la pandemia. Porque no es lo mismo tener un espacio donde tú puedes estar solo, a un espacio que tienes que compartir con tu mamá, papá, hermano".
Otras carencias, comenta la profesional, se ve en la falta de áreas de recreación habilitadas en estos lugares. "No existe un espacio, no hay una plaza, no hay un lugar de esparcimiento seguro, tranquilo, donde puedan desenvolverse", sostiene, aunque agrega que hay zonas que se han recuperado y ocupado por parte de los vecinos, como canchas, y que los niños utilizan para socializar y distraerse.
Con respecto a las iniciativas para disminuir la brecha en la conectividad y educación, la socióloga explica que "se han levantado iniciativas comunitarias que permiten seguir con la educación virtual para los niños que todavía no tienen acceso. El 98% no tiene acceso al agua, y tampoco tiene acceso a otros servicios. Y acceder a un computador no es un bien tan común".
"Finalmente podemos decir que la cuarentena también tiene cierto sesgo de privilegio. No todas las personas pueden pasar una sana cuarentena, en un lugar tranquilo, seguro", dice Lizana.
Migrantes y crisis
Lo anterior es solo una arista del perfil de los campamentos de la región. Por ejemplo, de las más de siete mil familias que viven en estos asentamientos, 4.866 son migrantes, correspondiente al 66,7% del total, según el mismo catastro.
El representante de Techo-Chile, Javier Cifuentes, comentó que dos de cada tres familias en estos asentamientos son migrantes. Y recalca que "la migración no es lo que hace que aumente los campamentos, sino que es la alta vulnerabilidad que enfrentan familias chilenas y extranjeras".
Cifuentes da otro dato: el 90% de las familias migrantes que viven en la actualidad en campamentos, anteriormente lo hicieron en la ciudad, por ejemplo, en arriendos informales. "Luego empezaron a subir precios y eso condujo a que estas familias tomaran la decisión de llegar a vivir un campamento", añade.
"Nosotros hemos visto que la pandemia ha tenido un fuerte impacto económico, evidentemente hay una posibilidad que las familias que están viviendo situaciones bien problemáticas, urgentes, puedan ver una salida en el campamento", explica el director regional de la ONG.
Según plamtea Lizza Aravena, directora regional del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) Antofagasta, "la pandemia afectó directamente a las familias extranjeras. Cuando llegan, desarrollan empleos de baja remuneración salarial. Generalmente precario. No tienen seguros de desempleo y tampoco están asociados a programas de protección social".
Por tanto, cuando la crisis económica empezó con fuerza producto de la pandemia, Aravena argumenta que "muchas familias que con mucho esfuerzo generaban un pago mensual de una vivienda, no podían cumplir con ese compromiso de pago, y se vieron expuestos a trasladarse a un campamento".
Debido a lo anterior, muchas viviendas de los campamentos son edificadas con materiales ligeros. Alberto Texido, arquitecto y académico de la Universidad de Chile, comenta que estos hogares de los campamentos implican el uso de materialidad ligero y deficiente ante fuego o sismos, que resuelven la privacidad, pero no la aislación acústica o térmica.
Además, el experto agrega que en muchos de estos sectores no se cuenta con calles establecidas, el acceso a vehículos de emergencias (como carros de Bomberos o ambulancias) es demasiado complejo.
Por su parte, Cifuentes afirma que "a medida que pasa el tiempo, las familias han querido aumentar el estándar de su vivienda. Se han dado cuenta que la realidad los campamentos no son tan transitorios, sino que pueden llegar a vivir ahí varios años, porque la solución de vivienda no es tan rápida como la crisis habitacional que hay".
"Los campamentos son solo un síntoma que está extendida en las distintas zonas de la región. La enfermedad real es la falta de acceso a la vivienda adecuada, la desigualdad territorial y el déficit habitacional que tenemos hoy en el país", concluye el profesional.