San Gregorio, olvidada
Hoy 3 de febrero, cuando el reloj señale las 5 de la tarde, los ecos de cientos de disparos volverán a retumbar en la soledad de la pampa, en el Cantón de Aguas Blancas. A esa misma hora, el viento sempiterno multiplicará el dolor de los heridos, hombres, mujeres, niños y la parca se refocilará con esos 70 cuerpos que quedaron tirados, después de la refriega.
San Gregorio, escenario de este episodio, parece olvidado por los antofagastinos. Talvez lo sucedido quince años antes en la Plaza Colón, lo relega a una dolorosa omisión. O sencillamente lo ignora. Esa oficina está a unos 120 kilómetros al sureste de Antofagasta y su sino estuvo ensombrecido por la maledicencia.
San Gregorio fue otra de las tantas tragedias que enlutó la pampa, durante la presidencia de Arturo Alessandri. Las razones que provocaron la revuelta fueron siempre las mismas; abusos patronales, los salarios, las condiciones de vida, falta de seguridad en las faenas… Y la negativa a pagar el desahucio cuando las oficinas apagaron sus fuegos.
El ambiente no era el mejor en la pampa. Es cierto que había tensiones entre empresarios y obreros y se respiraban aires de revuelta. El Intendente, Luciano Hiriart, envió una compañía del "Esmeralda", al mando del teniente Buenaventura Argandoña, para restablecer el orden y el respeto a la propiedad. Pero las cosas no fueron así y se desencadenó una balacera que terminó con la vida del mismo teniente y un soldado. Setenta pampinos quedaron muertos frente a la oficina de administración y un centenar de heridos baleados fueron acomodados en una bodega, para curar sus heridas. Muchos de estos heridos, fueron rematados a culatazos de fusil al día siguiente, por las tropas de refuerzo. Y otros tantos, cayeron víctimas del "palomeo", con que se eliminaba "a esos rotos alzados".
La hecatombe estremeció los cimientos de Chile y la prensa extranjera lo difundió a plenitud. Tres reos fueron condenados a muerte, pero indultados tras de cuatro años de presidio. Los soldados, recibieron una paga de los empresarios salitreros.
Todo aquello sucedió cerca de Antofagasta… Pero -dolorosamente- la ciudad parece no querer recordarlo.