RRSS y Big Data: de la información a la ignorancia
"Vivimos en la Sociedad de la Información pero, paradójicamente, no nos encaminamos hacia una Sociedad del Conocimiento, sino todo lo contrario, a una sociedad de la ignorancia". Giglia Vaccani, Periodista/CEO Mobirs; Mg Comunidades Digitales
Si hubiera una lección que rescatar del troleado informe de inteligencia de Big Data y la desacertado entrevista de CNN al Presidente Sebastián Piñera es que en la Sociedad Red (de Manuel Castells) la ignorancia puede ser la peor estrategia de defensa en la guerrilla semiológica de la información (de Umberto Eco).
Explicada desde la singularidad de nuestros tiempos hiperconectados, esta guerrilla de signos de la comunicación social on line de las RRSS, interactiva, contada en líneas de tiempo y organizada por comunidades digitales demuestra que, con un solo clic, se pueden herir de muerte las confianzas porque la desinformación, más que unir, separa; más que ordenar, desordena y, lo peor, más que comunicar, infoxica, según esa lejana pero cada vez más actual definición del viejo Alvin Toffler.
Se trata de una saturación informativa que nadie logra asir. Gobierno ni organismos de inteligencia, menos agencias en minería de datos ni la academia especializada.
Así, en este escenario, analizar discursos en redes, cuantificar métricas, entender tendencias o adelantarse a las crisis mirando la cuarta pantalla, se vuelve un imposible porque simplemente, en estos tiempos de sofisticadas herramientas tecnológicas, se carece del conocimiento y capacidad de análisis de las mismas.
Lo que ha demostrado Piñera y su equipo, con sus chambonadas político comunicacionales de análisis de las RRSS, no sólo demuestra ignorancia, sino también incapacidad para entender que estamos frente a una guerrilla urbana, pero no militar, sino virtual, donde se hace necesario contar con fuerzas de escucha propias para procesar los mega datos inyectados a la red por internautas ansiosos de ser escuchados. Y la capacidad de responder por el mismo medio a esos ataques.
Y entender que sus emisores, pese al volumen de generación de información, siguen siendo minorías intentando combatir el discurso dominante de los medios clásicos de comunicación y sus vocerías.
Hacer oídos sordos, negar o ignorar las RRSS no sólo demuestra la incapacidad de entender las leyes propias de la Big Data, sus algoritmos y softwares, sus lógicas, motores y arañas.
Es también cerrar el único espacio de diálogo posible para el movimiento ciudadano del hashtag, de mil cabezas, sin liderazgo, ni claridad discursiva, que profundiza la guerrilla semiológica también desde las calles sobrepobladas de otros mensajes hipermediáticos.
Por eso no se entiende que en tiempos de esa clarividencia garantizada por la Sociedad de la Información del sesentero Peter Drucker, para quien la mercantilización del conocimiento establecía la relevancia del saber como factor económico de primer orden, el gobierno de Piñera no logre entender la topología de las RRSS y su intencionalidad en la crisis social ciudadana surgida el 18 de octubre pasado, y que lo ha hundido a él mismo en las métricas del despropósito del vacío de contenido y la poca credibilidad.
Vivimos en la sociedad de la información pero, paradójicamente, no nos encaminamos hacia una sociedad del conocimiento, sino todo lo contrario, a una sociedad de la ignorancia, hiperconectada gracias a nuevas herramientas tecnológicas que imposibilitan nuestra capacidad para acceder al conocimiento y que se ve inexorablemente condicionada por dos factores: la acumulación exponencial de datos, y la falta de interpretación de los mismos.
En tiempos de hiperconexión, cuando todo parecía indicar que iban a desaparecer las barreras del espacio-tiempo que anteriormente provocaba la desconexión, parece acrecentarse la imposibilidad de discriminar lo importante de los superfluo para seleccionar fuentes fiables de información.
De esta forma, una autoridad que mira, pero no observa, que lee pero no entiende, sólo puede generar una sociedad de desigualdad, con peligrosos individuos furiosos, sin un objetivo claro de su propia existencia ni de la colectiva, un individualista dentro de la estructura social aparentemente organizada a través de las comunidades de las redes sociales, RRSS, pero desde una sociedad sorda, ciega y muda.