El crecimiento en extensión en Antofagasta, más su forma lineal con mayores recorridos, amplifica sus externalidades, como la segregación, delincuencia, congestión vehicular, destrucción del espacio público, contaminación, deterioro del centro, un alto costo de su infraestructura y mantención, y no reconoce la urgencia global de la necesidad de disminución de CO2 , agregando el encarecimiento constante del valor de la energía, generando el empobrecimiento de los ciudadanos al tener cada vez más alto costo para acceso a las oportunidades urbanas, como cultura, ocio, educación, trabajo.

Planificamos y construimos una ciudad de más de 30 Km de largo, con una densidad de 100 Hab/has, que no rentabiliza nada, con una sola vía estructurante que recorre toda la ciudad, que además es carretera y tiene al puerto emplazado en ella, donde el aparato publico privilegia su funcionamiento con el uso del camión antes que el ferrocarril, provocando más contaminación y congestión vehicular.

Sin mercado de suelo en su periferia, monopolizado por BBNN, Ministerio que no se relaciona, con el tema urbano, ni económico, su objetivo es generar fondos al erario fiscal a través del arriendo o venta, generalmente sin urbanización, lo que repercute en el deterioro y los altos precios de suelo de toda la ciudad, prueba de esto, pagamos las más altas contribuciones del país, además es uno de los principales factores que impide la regeneración urbana, ayudada por la indolencia a esta problemática del municipio y el Minvu El primero no tiene ningún plan de regeneración o renovación urbana serio, que exige el centro y el traslado del barrio industrial emplazado en el centro de la ciudad, el segundo insiste en construir viviendas sociales en la periferia, convirtiendo a los más vulnerables en más pobre, por el mayor costo que provoca el acceso a las oportunidades urbanas.

El borde costero, espacio público natural que nos podría integrar socialmente y mejorar nuestra calidad de vida, no tiene sustentabilidad, se niega a la actividad y la inversión privada relevante, su administración a cargo del Ministerio de Defensa, al igual que BBNN, no tiene ninguna relación con el tema urbano, funcionando solo como caja recaudadora.

La ciudad debe ser un vehículo para disminuir las desigualdades de ingresos y las inequidades territoriales, es necesario detener su expansión urbana y su crecimiento debe ser hacia el interior, con regeneración urbana. La estructura urbana de Antofagasta es mono céntrica, no conversa con la forma lineal, tenemos un funcionamiento exclusivamente motorizado.

Se debe buscar que los usos y las funciones urbanas estén próximas y el consumo de suelo sea el mínimo posible, debemos desarrollar una ciudad compacta, con mixticidad de usos, con densidad equilibrada con el espacio público. Para lograr esto y más, tenemos que tomar conciencia, planificarla y construirla entre todos.

El pronóstico meteorológico anticipa un verano marcado por elevadas temperaturas. En los últimos días, diversas regiones del país han experimentado registros que superan los 35°C, y la disminución de las precipitaciones en zonas elevadas agrega complejidad al panorama. Ante esta perspectiva, es crucial contemplar medidas inmediatas y a corto plazo para hacer frente a los efectos del cambio climático.

La adaptación de las ciudades se vuelve prioritaria. Estas deben estar preparadas para afrontar y mitigar las altas temperaturas. La creación de espacios que sirvan como refugio emerge como una solución de rápida implementación. Además, se hace necesario considerar acciones a largo plazo, como la evaluación del cambio de techumbres urbanas.

Lamentablemente nada de ello es lo que vemos en la actualidad. En ciudades como Calama y Antofagasta, las áreas verdes tienden a desaparecer y no hay proyectos que busquen un desarrollo de esos sectores, utilizando especies nativas que consumen menos agua.

El escenario de calor extremo demanda una reflexión profunda sobre cómo proteger a los más vulnerables ante los riesgos asociados con las altas temperaturas. Es imperativo anticipar estrategias que velen por la salud y bienestar de la población, contemplando no solo medidas inmediatas, sino también intervenciones estructurales que fortalezcan la resiliencia urbana frente al cambio climático.

Este llamado a la acción resalta la urgencia de abordar el fenómeno del calor extremo y propone un enfoque integral que involucre tanto soluciones prácticas de corto plazo como consideraciones más estratégicas para el futuro. En este contexto, la conciencia y la preparación de la sociedad son fundamentales para enfrentar estos desafíos que plantea el clima extremo.