Y después, ¡qué!
Muchos, de un total de casi quince millones de inscritos en padrones electorales de Chile, ejercimos nuestro derecho a voto en un proceso inédito de elección. Y lo hemos hecho con buen ánimo, nuevas esperanzas, algún nerviosismo, confianzas y créditos nuevos. Adultos mayores, y jóvenes, unos más, unos menos, hemos ejercido nuestra voluntad de voto en las urnas, dejando depositadas allí esperanzas nuevas de un futuro esplendor para este Chile del siglo XXI.
Una vez más no dejo de pensar en esa carta que escribiera el cardenal Raúl Silva Henríquez el 19 de noviembre de 1991. En "Mi sueño de Chile", ¡sí, hace casi 30 años!, este chileno preclaro, según diagnóstico no diferente al de hoy, nos indica a su modo de ver y entender cómo debiera ser nuestro Chile, el de todos y todas.
En esta carta el cardenal Silva Henríquez habla de la persona, del hombre y de la mujer, del respeto, de la dignidad, de la lucha contra la pobreza, del derecho a la educación, del acceso a la salud, de tener un trabajo estable y de que este permita alimentar a su familia, "… y que cada familia pueda habitar en una casa digna donde pueda reunirse a comer, a jugar, y a amarse entrañablemente". Y, de solidaridad, la misma que brota a raudales en cuánta catástrofe natural suele azotar a nuestro delgado y estirado territorio. Y hoy, la pandemia del c19 no es menos. Es hora de trabajo mancomunado, es hora de aunar fuerzas, de ser más no-so-tros, que un yo ensimismado.
Después del voto, la conversación, el diálogo, la discusión, el análisis han de ser conducidos con expresiones sencillas, plenas de sinceridad. ¿Por qué? Porque lo que se quiere y necesita ¡ya!, es entendimiento, acuerdo, trato, buen trato, y mientras antes se impongan, ¡mejor!
Raúl Caamaño Matamala
Opinión
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Después del voto, la conversación, el diálogo, la discusión, el análisis han de ser conducidos con expresiones sencillas, plenas de sinceridad.
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Profesor Universidad Católica de Temuco