Arturo Prat
En el momento de saltar a la proa del Huáscar sólo acompañaban a Arturo Prat el sargento Juan de Dios Aldea y el marinero Luis Ugarte, quien inesperadamente perdió el equilibrio y cayó al mar, para luego ser recogido por sus compañeros de La Esmeralda.
De manera que aquí estaba Prat, avanzando con su espada por la cubierta desolada del acorazado, mientras a pocos pasos de distancia, y sin tiempo para reaccionar, Aldea caía acribillado de doce balazos, que le partieron los huesos de las piernas y le perforaron los empeines. Prat pudo escuchar los gritos del sargento y también los últimos toques del corneta Cabrales antes que una bala le arrancara la cabeza. Prat oía disparos, bramidos y el estruendo como rocas que se partían bajo sus pies; oía el siseo de las olas en la playa, oía el rumor de mar gruesa que crecía a su alrededor. Hasta que de pronto no escuchó nada más y sintió que u ventarrón helado lo envolvía desde la cabeza a los pies; su vista se nublaba de rojo y las rodillas y las rodillas ya no fueron capaces de sostener el peso de su cuerpo.
Entonces vio la vieja Hacienda de San Agustín de Puñual y el patio de tierra donde jugaba cuando niño; vio la fachada de su primera escuela en Nueva San Diego y a un niño recién nacido que alguien tomaba de los pies para zambullirlo en el mar; vio el funeral de Blanco Encalada, las calles de Santiago anegadas de barro y a sus alumnos de su primera clase en La Esmeralda; vio a su padre inmóvil en un camino cubierto de arbustos húmedos, a su madre enseñándole música en un piano y a sus hermanos Ricardo y Rodolfo sentados detrás, frente a una ventana amarilla; vio a Carmela envuelta en una nube de pájaros (eran mirlos), y luego de pie en un altar iluminado por un anillo de velas y luego apagadas por un ventarrón que arrastraba árboles y animales desprevenidos. Prat sintió que la cubierta del Huáscar se rajaba como el vientre de un cachalote y el abismo se abría bajo sus botines, salpicados de sangre espesa y ennegrecida de pólvora. Luego vino el silencio. Después nada.
N. de R. Texto tomado del libro "Prat", en que el escritor Patricio Jara revive al Capitán Arturo Prat.
Patricio Jara Álvarez, periodista, escritor