Comunicarnos más y mejor
No todos los problemas del país pasan por leyes, buena parte por cambiar nuestra propia cultura individual y colectiva y por querer encontrarse con el otro distinto. La democracia debe protegerse con altos valores, muchos de los cuales hemos dejado de lado. Tal educación es lo que permite tener interpretaciones más correctas y huir de los populismos.
Hay un deterioro en la forma de comunicarnos, en especial en la clase política, llamada a ser modelo de comportamiento para el resto de la sociedad. No se trata de pretender una regulación sobre el tema, sino apelar a que el diálogo y la conversación, sea respetuosa, democrática y con un ánimo de escucharse, de ponerse en el lugar del otro.
La necesidad de cuidar y respetar el lenguaje y la forma de actuar es una urgencia y prioridad de manera permanente. La clase política no ha sabido interpretar las expectativas de los ciudadanos y la desilusión de jóvenes y adultos se fundamenta en que por décadas no ven que sus problemas reales -aquellos del día a día- estén considerados en las agendas temáticas de los líderes.
Es probable que buena parte de la crisis también se explique por la "crisis del lenguaje", de la comunicación, que el país comenzó a mostrar hace ya mucho tiempo. Con agresiones gratuitas que se hicieron costumbre, con ataques por el mero hecho de pensar distinto, con una insolencia que se confundió con honestidad y también por soportar a demasiados idiotas que vociferan odio, tonterías y falsedades simplemente para ser populares, vía el escándalo y no para crear valor o aportar al país con sus juicios.
Los sistemas, y aquí incluimos a cualquier organización humana, descansan en los consensos, los acuerdos, el respeto por el otro y la aceptación de que una observación diferente no hace a quien lo emite mejor o peor. La única salvedad para el respeto de esa diferencia es que tal pensamiento no colisione con otros acuerdos explícitos e implícitos: el impuesto por las leyes y el sentido común, las que también son creación de la sociedad que lo cobija.
La democracia debe protegerse con altos valores, muchos de los cuales hemos dejado de lado. Tal educación es lo que permite tener interpretaciones más correctas y huir de los populismos, que a la larga, pueden generar más daños que los problemas e inequidades que aquellas que hoy se quieren superar.
Abandonar los absolutos, reflexionar respecto de nuestras creencias, entender otros puntos de vista, nos hace mejores personas y sociedades.