"Elvis", según Luhrmann: el rey en el cielo con diamantes
Esta semana se estrenó el biopic del ídolo de Memphis a cargo del director australiano de "Moulin Rouge". Un festín de recursos, fantasías y postales para narrar el paso por este mundo de un ícono inoxidable.
El periodismo mató al biopic. O, para ser más justos, la idea de que narrar la existencia de alguien debe estar estrictamente ceñida a los hechos como ocurrieron. En lo formal, esa veracidad implica un tratamiento realista que potencie la promesa de que estamos frente a una película rigurosa ante la historia. Para los guionistas, la operación consiste en sintetizar una vida entera, o un período en particular, en un esquema reduccionista que permita trazar una moraleja sobre el ascenso y caída del retratado.
Contando algunas excepciones, la fórmula resulta repetitiva y poco estimulante. Curiosamente, los mejores biopics son los que logran escapar de este esquema. Quedan en la memoria Kurt Cobain deambulando como un muerto en vida por los territorios aledaños a su mansión en "Last Days" (Gus Van Sant, 2005) o la multiplicidad de Bob Dylans que desfilan por "I'm not there" (Todd Haynes, 2007), por dar algunos ejemplos.
"Elvis", de Baz Luhrmann ("Moulin Rouge"), no evita esta receta narrativa pero lo que al director australiano realmente le interesa es el despliegue de postales visuales, juegos y recursos audiovisuales que usa para narrar la gloria y hundimiento del Rey del Rock and Roll.
La historia es narrada por el infame Coronel Tom Parker (Tom Hanks), convertido aquí en un villano de cuentos. La doncella torturada es, por supuesto, Elvis. En el universo queer y kitsch de Luhrmann llamar doncella a Presley no parece fuera de lugar. Y en eso radica su encanto. El cineasta que llevó "Romeo y Julieta" a Verona Beach sin cambiar los diálogos originales de Shakespeare, vuelve ahora al desencaje, la estilización radical y el montaje de videoclip. Regresa más exagerado y ambicioso que antes. "Elvis" debe ser el biopic más costoso y pomposo de la historia.
Lo interesante es que funciona como una experiencia sensorial hipnótica que no se esfuerza por respetar los acontecimientos verdaderos. El mismo Elvis, interpretado por Austin Butler, es una figura idealizada que poco se parece al Elvis Aaron Presley original. Al igual que Franco Zeffirelli en "Romeo y Julieta" (1968) -un claro referente de Luhrmann-, hay aquí un homenaje a la belleza masculina que la película explota en cientos de postales cargadas de preciosidad artificial. Los filtros cromáticos del filme nos sugieren desde un comienzo que este no es un biopic convencional sino que una suerte de fantasía inspirada en Elvis.
¿Hay bemoles? Sí, como en todo lo que ha hecho Baz Luhrmann. Su debilidad va siempre por el mismo lado: el asombro por las colores, los sonidos, las fragmentaciones y las formas del mundo mantiene todo en una superficie sin profundidad. Y algo más: el exceso de duración (159 minutos) puede volver todo un poco cansador. Como un largo videoclip.
Con todo, "Elvis" es interesante como el resto de la obra de Luhrmann, un director de cine que en el fondo es un gran coreógrafo de espectáculos costosos. Este salió 85 millones de dólares. Un precio estratosférico, a la altura de las suntuosidades propias del cantante que "abandonó el edificio" a los 42 años de edad, el 16 de agosto de 1977. Respetos al Rey.
"Elvis" es interpretado por Austin Butler. La cinta funciona como la coreografía de un espectáculo costoso.
En resumen
"Elvis" es el sexto largometraje del australiano.
Por Andrés Nazarala R.
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