"Trabajar con el pasado me permite entender el presente"
ANTOFAGASTINIDAD. Jimena Cruz Mamani, investigadora de San Pedro de Atacama.
Ji Cruz Mamani, atacameña, administradora del la unidad de colecciones y conservación del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo de la Universidad Católica del Norte en San Pedro de Atacama, es una persona fascinante.
Estudiante del doctorado en antropología UCN-UTA, es también directora de la Fundación de Cultura y Turismo de San Pedro de Atacama, posiciones desde las que ha destacado.
En 2017 fue distinguida con el reconocimiento ASÁT´AP, otorgado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, sin que jamás haya renunciado a sus orígenes, cultura y convicciones.
¿Eres de San Pedro de Atacama. ¿Qué marcó tu infancia?
---Nací y crecí en San Pedro de Atacama, pero mis padres son de origen Puneño, ellos fueron pastores de tierras altas a las faldas de los cerros. Por aquellos años entre 1980 a 1990, eran escasas las frutas, verduras y otros alimentos, los servicios públicos prácticamente no existían, apenas teníamos dos horas de electricidad al día, no había agua potable y no conocíamos refrigeradores, ni teléfonos. Las condiciones socioeconómicas eran precarias, pero aun así subsistíamos gracias a nuestras siembras y crías de animales. Teníamos que fabricarnos la mayoría de nuestra ropa, herramientas, utensilios, medicinas y demás. Mi papá era asalariado, pero no nos alcanzaba. Las necesidades que vivíamos nos hicieron mantenernos dentro de un sistema de cooperación comunitaria. Entre vecinos y familiares nos apoyábamos en actividades como las siembras, cosechas, construcciones y muchos trabajos más. Gracias a este entorno de solidaridad, tuve la oportunidad de vivir en un pueblo lleno de tradiciones indígenas y relaciones comunitarias.
¿Cuál es la principal enseñanza de tus padres?
-Sentir orgullo de sus orígenes y de su vida, desde niños nos transmitieron sus historias. Recuerdo que en el verano mi papá acostumbraba a que durmiéramos en el patio mirando las estrellas, decían que así se dormía en las estancias de pastoreo. También me transmitieron sus creencias, en mi infancia realizar algunas ceremonias eran mal vistas por funcionarios públicos y profesores. No existía la ley indígena y en la escuela nos repetían una y otra vez que éramos chilenos y nos limitaban nuestras prácticas. Nosotros usamos en cada ritual la hoja de coca, pero antes de 1993, era delito. Entonces valoro que a pesar de la persecución, mis padres nos transmitieran la importancia de pedir permiso a los sitios de nuestros antepasados, a la madre tierra, a los muertos, a los cerros sagrados, entre otros. Si bien la enseñanza tradicional era importante, siempre nos incentivaron a educarnos. Mi padre nos decía: "Los van a tratar de indio en la ciudad, pero no importa porque ustedes serán indios estudiados".
¿Cómo es trabajar con colecciones arqueológicas?
-Un aprendizaje a diario. Desde niña me interesó la historia, esta inclinación viene provocada por las narraciones y la memoria que crecí escuchando. Una de las cosas más complejas fue enfrentarme a trabajar con objetos y sujetos de nuestros antepasados (precolombinos). De niña me enseñaron que los gentilares (sitios arqueológicos) eran sagrados. Nos prohibían recoger cosas de los gentiles (piezas arqueológicas), bajo esta práctica fue difícil trabajar con restos humanos (momias), pues los muertos no parten de este mundo, ellos viajan a otra vida y nos visitan cada 1 de noviembre. Desde niña preparamos las mesas con comidas para esperar a nuestros muertos, entonces era difícil trabajar con los cuerpos de los ancestros. Por eso junto a mis compañeros de trabajo atacameños, lo hacíamos desde nuestra tradición solicitando permiso y perdón a los muertos, y re-dignificándolos como sujetos y no como objetos. No ha sido un trabajo fácil, la ciencia no siempre concuerda con las prácticas indígenas.
¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?
-Trabajar con el pasado en el presente, entender a mi cultura desde lo material, conectarme con cada pieza arqueológica, aprender de las técnicas, los colores y las historias que nos cuenta cada una de ellas. Pero lo más importante es la oportunidad de custodiar a nuestros ancestros, trabajar con el pasado me permite entender el presente. Muchas cosas del pasado las entiendo desde los relatos actuales, eso me encanta: tomar una pieza, describirla y entenderla desde la vida, junto a mi comunidad.
¿A quién o quiénes admiras?
-A las mujeres y hombres de la Puna, en especial a mis padres. La vida allí no es cosa de cuentos, es una realidad dura y compleja. Los periodos de viento blanco y la lluvia son de hambrunas y muerte, así como los de escasez de lluvias. Una de las cosas que siempre me marcó fueron las historias de mis padres, desde niños debieron aprender a conocer los climas y la geografía en los cerros. Los admiro porque supieron superarse y lograron muchas cosas, siempre nos decían que debíamos estudiar para no sufrir lo que sufrieron ellos. ¡Si volviera a nacer me gustaría tener nuevamente a mis padres Timoteo y Leonor y mis hermanos!
¿Qué crees que identifica a los atacameños?
-El respeto a nuestra Madre tierra, a los muertos y la vida comunitaria. Creo que cada ayllu, familia y pueblo tiene sus particularidades y eso nos da identidad, la homogeneización es una cosa externa, colonialista estatal, la riqueza está en la diversidad de los pueblos indígenas.