La complejidad del momento
El país vive en un estado de estrés constante, escasea el diálogo y la clase política parece incapaz de ponerse de acuerdo, incluso de escucharse. Es necesario volver a los caminos del diálogo, dejar de lado las consignas añejas y la tacañería, y buscar soluciones reales para los problemas que aquejan a los chilenos, que no son pocos.
Chile vive un momento complejo, qué duda cabe. Los coletazos del llamado estallido social se sumaron a la peor pandemia en un siglo y se combinaron -duele decirlo- con una clase política que no ha estado a la altura de las circunstancias.
Hoy el país parece vivir en un estado de estrés constante, y escasean los puntos de convergencia entre instituciones que cuentan con escasos niveles de apoyo ciudadano, según todas las encuestas.
Así, el ciudadano común sólo percibe desorden, caos, rencillas y frases rimbombantes de actores que pretenden conseguir el favor de las mayorías, porque, claro, además es un año de elecciones.
Amplios sectores del Congreso patrocinaron el proyecto de un tercer retiro de los fondos previsionales, una mala política pública, que además de no llegar a todos (millones ya agotaron sus fondos), implica a la larga empobrecer aún más las pensiones de los chilenos. Es una pésima idea, asumen los propios parlamentarios, pero es la más fácil y -obvio- la más popular.
Por otra parte, un gobierno que insiste a última hora con soluciones focalizadas y engorrosas, llenas de requisitos y apelaciones que dejan a un gran porcentaje de personas fuera de los anuncios, aumentando la sensación de exclusión que hace años tiene la llamada "clase media".
Se echa de menos un debate verdadero, ajeno a los populismos, informado y generoso con Chile y los chilenos. Que no hipoteque el futuro de los trabajadores, pero tampoco se haga el desentendido respecto a lo mal que lo pasan millones de familias.
El tercer retiro concluyó su trámite ayer y ahora resta saber lo que dirá el Tribunal Constitucional o el propio Gobierno. Hay incertidumbre ahí.
Pero más allá de eso, más allá de lo que ocurra con este mal proyecto u otro, queda un sentimiento de desazón por no ver debates de altura, en un momento en que éstos son más urgentes que nunca.
Es necesario volver a los caminos del diálogo, dejar de lado las amenazas y la tacañería, los atajos, y buscar soluciones reales para los problemas que aquejan a los chilenos, que no son pocos. El Chile del futuro debe construirse con generosidad, inteligencia y sobre todo, amplios acuerdos.