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La colaboración

El desarrollo planetario ha sido posible gracias a las coordinaciones a escala que las personas han conseguido. El trabajo conjunto siempre lleva más lejos. Los ejemplos de colaboración son de lo mejor de lo humanos. Aquello es lo que nos ha hecho grandes, por ser capaces de coordinarnos masivamente, es decir, soñar con mundos posibles y mejores.
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Si no ha pensado en el computador o el teléfono que tiene frente a sus ojos, sería tiempo de que advirtiera que ambos artefactos son la conjunción de una enorme red de colaboración que involucra a personas, empresas, gobiernos, invenciones, herencias prácticas, sueños y desafíos tecnológicos.

Es la colaboración una de las características más notables de la humanidad, la que basada en el lenguaje y capacidad de coordinación, ha permitido desarrollar enormes avances en todos los ámbitos imaginables.

Un ejemplo reciente es lo realizado por laboratorios y gobiernos para conseguir la vacuna que comience a derrotar el coronavirus; también el cuidado de las personas afectadas, proceso en el que intervienen facultativos de distintas especialidades, en conjunto con prácticas centenarias y modernos equipos desarrollados en diferentes partes del mundo.

A nivel regional hay otro ejemplo de colaboración con la astronomía: gentes de todo el mundo se apoya e investigan para saber más, para establecer certezas, un objetivo que nos enorgullece como humanos.

Otro gran ejemplo es el experimento denominado 'Gran Colisionador de Hadrones', a cargo de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (Cern). El proyecto científico sólo tiene un parangón con el desarrollo y concreción del viaje a la Luna en 1969.

El instrumento, considera 100 mil computadores en todo el mundo y un anillo de 27 kilómetros de circunferencia que ya permitió confirmar la existencia de la partícula conocida como Bosón de Higgs el 4 de julio del 2012, partícula elemental de los átomos. En términos simples se trata de reproducir las condiciones que existieron antes del Big bang, es decir, qué había antes del universo, por medio de las partículas, que derivaron en la gestación actual, incluyendo la vida, tal como la conocemos.

Es evidente que cuando trabajamos juntos, podemos llegar más lejos, algo que hoy nos parece lejano y ajeno, pues el ánimo existente se relaciona mucho más con el desencuentro, la desconfianza, la confusión y cierta impresión de que todo puede empeorar, porque no hay liderazgos que convoquen.

Los ejemplos de colaboración son de lo mejor de lo humanos. Aquello es lo que nos ha hecho grandes, por ser capaces de coordinarnos masivamente y crear mitos, es decir, soñar con mundos posibles mejores y fundados en cuestiones certeras.

Lecciones de Washington

"Washington reconoce el enorme valor político de la religión. Hasta el día de hoy cada dólar americano dice in God we trust". Pablo Manterola Domínguez, Facultad de Ciencias Jurídicas UCN
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La experiencia de los Estados Unidos en la redacción de su constitución es paradigmática. Prontos a elegir a quienes nos representarán para redactar una nueva carta fundamental, prestemos atención al testamento político de George Washington, primer presidente de ese país.

Washington subraya ante todo la necesidad de mantener la unión. Él mismo fue un decisivo factor de unidad para una nación que, desde sus inicios y hasta nuestros días, ha estado marcada por la pluralidad y a ratos por la división: e pluribus unum. También para nosotros siempre ha de ser más lo que nos une: cualquier forma de interpretar la realidad que ponga los acentos en lo que divide, debe quedar fuera de la constitución, porque de lo que aquí se trata es de la sociedad, no de un montón de individuos.

Cuando nuestra constitución vigente dice que "son emblemas nacionales la bandera nacional, el escudo de armas de la República y el himno nacional" (art. 2°), no necesita ofrecer diagramas ni partituras que permitan identificar esos emblemas: todos saben cuáles son. Se trata más bien de enfatizar, muy desde el principio, que habla a una sociedad que se siente (que ha de sentirse) identificada con esos tres sencillos colores y que corea con el alma unas estrofas que, conforme a un extendido mito urbano, fue elegido por jueces imparciales como el más bonito del mundo.

Pero los símbolos son insuficientes para mantener la unidad. Se requiere también una profunda actitud de parte de todos los ciudadanos, que Washington describe enfáticamente: la constitución "es sagrada y obligatoria para todos". Obligatoria lo es desde luego, pero, en cierto sentido, también es sagrada. La constitución no se toca: lo sagrado es "segregado", apartado de los usos corrientes para dedicarlo a un fin trascendente. Y, aunque esta afirmación requeriría matices, la constitución de los Estados Unidos ha trascendido una accidentada historia que se aproxima a los 250 años. (En todo caso, Washington agrega: hasta que sea reformada "por un acto explícito y auténtico de todo el pueblo": las constituciones no son eternas, como obra humana que son).

La constitución es sagrada también en otro sentido, más profundo. Washington reconoce en su testamento el enorme valor político de la religión. Hasta el día de hoy cada dólar americano dice in God we trust (por el reverso de la efigie del propio Washington). No se trata de establecer una religión oficial (la diversidad de confesiones cristianas lo habría impedido de todos modos), ni mucho menos de excluir a quienes no profesan una religión. En cambio, se trata de reconocer que, si la persona es digna, es porque hay en ella "algo más" que ella misma (algo que radica en la persona y que al mismo tiempo la trasciende), como tal indiscutible, con la indiscutibilidad de los derechos humanos. La poco posterior revolución francesa tendría lugar bajo el signo de la irreligión, y acabó en el terror, la dictadura y la guerra mundial bonapartista. Nuestro himno, en cambio, nos habla del Señor que nos da la cordillera, de la copia feliz del Edén, de votos y de aras. ¿Sabemos a estas alturas qué es un ara?

Más allá del daño al patrimonio cultural y el dolor de los creyentes, es para la sociedad preocupante la quema de las puertas de la catedral de este lunes, así como los otros atentados dirigidos contra edificios sagrados durante los últimos meses. Los emblemas nacionales no lo han pasado mucho mejor, y no hablemos del general Baquedano. Sin exagerar la magnitud de estos actos, al fin y al cabo las torpezas de un puñado de atorrantes, podemos aprovechar de preguntarnos sobre qué bases reales estamos construyendo el Chile del futuro (símbolos, ideas, vocación, valores). Sin ellas, la constitución no es más que un papelito.

Construyamos Unidad

"Soy de la idea que las sociedades deben evolucionar. Avanzar. Crecer. Y eso se hace reforzando lo bueno". Marcos Celedón, Periodista
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Nuestros abuelos difícilmente reconocerían el Chile del 2021. La cantidad de familias que salieron de la pobreza en los últimos 30 años, son testimonio del periodo de mayor crecimiento económico y social de la historia de nuestro país. En comparación a América Latina, hace 50 años éramos un alumno promedio; hoy tenemos la mejor nota del curso en Índice de Desarrollo Humano, medición que considera ingresos, educación, salud y desigualdad, entre otros indicadores.

Este proceso se dio gracias al esfuerzo de todos, incluyendo el trabajo de gobiernos de diferentes colores políticos, que decidieron privilegiar el bien de Chile. Hubo unidad y visión de largo plazo, como pocas veces vimos en nuestra vida republicana. Este Chile debe llenarnos de orgullo y no necesita retroexcavadoras, bajar a nadie de sus patines, ni intenciones de quemarlo todo.

Las acciones que tomamos hace 30 años para enfrentar los problemas del siglo XX, nos permitieron crecer y avanzar de un país pobre a un país de clase media; sin embargo hoy necesitamos nuevas acciones para abordar los desafíos del siglo XXI y no quedar atrapados en "la trampa de los ingresos medios". Nuestra actual Constitución, escrita en plena guerra fría como una reacción libertaria a los años de la Unidad Popular, hoy se hace estrecha para un Chile que pide más cooperación y solidaridad, en vez de un sálvese quien pueda.

Somos una sociedad desigual, pero, sobre todo, segregada. Las oportunidades no son las mismas para todos y la falta de meritocracia se perpetúa porfiadamente. Esta sensación de impotencia e injusticia movilizó a millones de personas, quienes salieron a las calles pidiendo cambios profundos, para tener una sociedad más integrada, "un solo Chile", lo cual nos tiene ad portas de redactar un nuevo pacto social, pacto del cual todos debemos sentirnos parte.

Por un país donde jubilar sea sinónimo de júbilo, más que incertidumbre. Para que la vida de las personas valga lo mismo, independiente de su situación económica. Para que el acceso a la salud sea como la vacunación universal, priorizando a nuestros adultos mayores. Para que la Educación de calidad no sea sólo un eslogan. Para que las áreas verdes públicas sean un espacio de encuentro de la comunidad, en todos los barrios.

Soy de la idea que las sociedades deben evolucionar. Avanzar. Crecer. Y eso se hace reforzando lo bueno que se hizo antes, aprendiendo de los errores y corrigiendo lo que ya no funciona. A problemas viejos, soluciones nuevas. Pero, por sobre todo, con diálogo, con más democracia, con rigor profesional, sin populismo y sin violencia. Construyendo Unidad.