La inmigración
Esta semana murieron dos extranjeros en Colchane y quizás cuántos más en sitios desconocidos. El asunto es humanitario, pero está causando duras críticas internas. El fenómeno inmigratorio está incrementando los nacionalismos y los discursos más extremos y ojo que no solo en Chile, sino en toda América Latina y el planeta. Y aquello es muy peligroso.
El problema de la inmigración, específicamente venezolana, supera largamente las complicaciones que pueda tener la región de Antofagasta o el país en su conjunto; definitivamente se trata de un problema continental que está superando cualquier previsión y toda capacidad de responder adecuadamente a una avalancha inmanejable para cualquier nación.
Ante este fenómeno hemos visto cómo muchos países sudamericanos han ido disponiendo de las fuerzas armadas para evitar el traslado de estas personas entre fronteras. Ello sólo da cuenta de la magnitud de lo vivido durante estos años. La diáspora venezolana debe ser uno de los casos más terribles de los últimos años, y la expresión concreta es lo que observamos en las calles de nuestras ciudades con familias completas mendigando para comer y sobrevivir en un territorio ajeno, desconocido y que encima está golpeado por la pandemia de coronavirus.
Que los migrantes recorren miles de kilómetros buscando una oportunidad, sólo da cuenta del drama y destrucción del que fuera el país más rico de Latinoamérica, recién hace algunas décadas. Para no engañarse, la gran responsabilidad de todo lo acaecido es el populismo galopante de los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro. La llamada revolución bolivariana funcionó cuando el precio del petróleo estaba por sobre los 100 dólares el barril.
Cuando este commoditie bajó su valor internacional, las posibilidades de llevar a otras naciones este absurdo, se desplomó, pero también golpeó a las arcas fiscales y a toda la ciudadanía que hoy escapa de ese país que muere de hambre.
La solución a este drama humanitario no pasará solo por la disposición de fuerzas en las fronteras de cada uno de los países. Sudamérica entera y Centroamérica deben analizar lo ocurrido y disponer de una solución más de fondo y estructural que debe involucrar a la dictadura de Maduro. Esto es inevitable.
Mientras eso no sea solucionado, seguirán siendo millones los venezolanos que escaparán en busca de una posibilidad, arriesgando sus vidas, muriendo en el camino y estresando enormemente a cada una de las sociedades a las que están arribando. No hay que ser ciegos ni necios para ver las dificultades que en Chile, Colombia, Argentina, Perú, Bolivia, Brasil y Ecuador están ocurriendo hoy en día, con consecuencias insospechadas en lo político y económico.