Salón de la Plástica Antofagastina 2020 Dos
El Salón de la Plástica Antofagastina 2020, llamado "Exorcizando la pandemia desde el Arte", sigue navegando por el ciber espacio y las acciones de arte se suman en todo el mundo: un monolito surge y desaparece en varios puntos del planeta como anunciando el final de una era y el inicio de una nueva etapa.
Sonia Cuevas, en su fotografía, nos muestra los restos calcinados de la Iglesia de Chacabuco, quemada ¿por accidente? mientras fue lugar de detención y que entendemos como premonitorio. Sandra Catacora nos lleva a la caleta y a La Portada haciéndonos sentir que, a pesar de la tragedia, la naturaleza parece impávida, nada la conmueve, pese a que ella ha vivido cataclismos geológicos inimaginables para nosotros. Roberto Carrizo es una buena noticia: ha vuelto a exhibir con nosotros, en una Mano del Desierto que ya es un ícono Antofagastino. María Angélica Collao, las notas de color se enroscan y nos transmiten una primaveral alegría, confirmada con su obra "Mi paraíso" sintetizado en la espiral. Felipe Espinosa Chellew con dos pinturas donde siempre está presente la humanidad doliente: "Vidas desechables" y "Catarsis". Flor Venegas y su "Desolación en Chacabuco". Arlet Morales, traduciendo en flores la virtud de la resiliencia. El joven fotógrafo ambientalista Francisco Andreas Gómez Valenzuela, lo que mencionábamos anteriormente "Calma en Pandemia", traducido en un ave nortina reposando, envuelta en su plumaje. Pamela Franulic Guggiana y su pintura de delicado dibujo: el "Reencuentro", entre un padre y su hijo o el abuelo y su nieto. Julio Sepúlveda en un estructurado díptico, los ojos inyectados en sangre, nos recuerdan de lo que estamos hablando. Juan Pablo Diaz en su inolvidable estilo, de formas traspasadas de atmósfera agrega una nota de humor "La más…carilla". El escultor Aldo Salgado se refiere a una criatura mitológica, aunque no tanto: una sirena.
Cada artista de Antofagasta, la región y el extranjero ha respondido desde su circunstancia, traducida a trazos y pinceladas, buscando la forma que interprete ese dramático quiebre de cristales del alma, que viene de fuera y que pone en alerta.
Waldo Valenzuela Maturana, director del Salón