Kakistocracia o el gobierno de los peores
La crisis política en Perú nos deja grandes lecciones por aprender, sobre todo aquéllas que tienen que ver con la pugna de éste entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, y la desintegración de las democracias capitalistas modernas a partir del descrédito de los partidos políticos. En función de una mirada del caso peruano, podríamos ir dando algunas proyecciones del futuro de nuestra gobernanza nacional y comunal, dado que se ha hablado de contextos espejos en ambos países, lo que José Rodríguez Elizondo (El Diario Antofagasta, 19/11/2020) refiere como prólogos y epílogos de ambas naciones.
El sociólogo estadounidense Henry Pratt Fairchild (1880 - 1956) utilizó el concepto de Kakistocracia (Kakistos, peor y Kratos, poder) para hablar del gobierno de los peores y del estado de degeneración de las relaciones humanas frente a gobiernos que están liderados por tres tipos de gobernantes: los/as menos capaces, los/as más corruptos/as y los/as más ignorantes; específicamente Pratt Fairchail se refería a iletrados/as y matones lobistas, bandas y pandillas perspicaces. Sin duda, todo el desarrollo de una gobernanza sin lo que yo llamo 'el necesario decoro político', pero que el sociólogo húngaro Bálint Magyar (2016) denomina el 'Estado Mafioso'.
En su libro Sobrevivir a la autocracia (2020), Masha Gessen plantea que para la kakistocracia, el Gobierno, la presidencia y la política comienzan y finalizan en el poder, y la política pública no es más que la representación de éste. Esta situación es observable en un modelo de institucionalidad estatal más compleja en Perú con un parlamento unicameral y con más atribuciones que en Chile, una especie de 'hiper-parlamentarismo' que pudo sacar y poner a tres presidentes en una semana. En nuestro país, los poderes del Estado (Ejecutivo y Legislativo), que gozan de autonomía de acuerdo a la constitución vigente, se están enfrentando constantemente en la trinchera del modelo neo-liberal, incluso con apoyo de 'bancadas amigas'. Por ende, oscilamos entre un hiper-presidencialismo que busca salvataje en el Tribunal Constitucional a proyectos de ley que tendería a derribar el modelo económico, y un parlamentarismo de facto que estaría constantemente reescribiendo nuestra carta magna, en palabras del Presidente Sebastián Piñera.
Desde una mirada internacional, José Rodríguez Elizondo señala que las condiciones climáticas políticas cambiaron después de la Guerra Fría, arrastrando las dualidades ideológicas y acabando con enemigos estratégicos. Hoy en día los partidos políticos son meros administradores de poder asociados por conveniencias coyunturales, entre partidos institucionalistas y clientelistas informales, en el caso del Perú, lo que el historiador peruano Daniel Parodi designa "franquicias o vientres de alquiler" (Radio Concierto, 17/11/2020).
En nuestro caso, lo que es observable es la persecución de intereses cortoplacistas como viéramos en las motivaciones de la oposición para alinearse a pelear 'gallitos' con el gobierno y levantar acusaciones constitucionales a quien se cruce en el camino. Desde la derecha, con calculadora en mano, sacan cuentas para levantar candidatos/as constituyentes, oponerse a escaños reservados para pueblos originarios y votar con la oposición cuando les conviene, transformándose en máquinas de poder sin ideales (o ideas) políticas precisa Rodríguez Elizondo.
Ya decía el poeta Horacio que un "juez corrompido no puede examinar la verdad", de esta misma manera la Kakistocracia no nos puede seguir gobernando. Se vienen tiempos de lo que los/as europeos/as definen como 'poder responsable'. Rodríguez Elizondo precisa que los partidos políticos debieran tener estatutos de derecho público y principios éticos sancionables si no se cumplen. Particularmente creo que la ciudadanía empoderada que fue a votar en el plebiscito del 25 de octubre tiene exigencias de una alta política, la que debiera estar plasmada sin lugar a dudas en la próxima votación de los/as concejales para el futuro/a alcalde/sa de la ciudad. Antofagasta se merece un gobierno de los/as mejores/as.