Una aguada con poder radiactivo en Juan López
TEATRO. Flujo permitió a Juan López afincarse en Peña Blanca. Mas tarde, calmaría la sed de Santos Ossa y sus exploradores. Hace un siglo, emprendedores la embotellaron y la ofrecieron como elixir.
La aguada de Juan López es un punto desconocido para muchos antofagastinos. El lugar fue descrito por navegantes que -necesitados del vital líquido- calmaron su sed en los albores del siglo XVIII. Tiempos de piratas ingleses, (Drake entre éstos) y galeones españoles que se llevaban el oro y la plata a la península ibérica. La permanente presencia de nubes en el extremo sur del promontorio de Morro Moreno, se condensa al impactar con las frías piedras, generando pequeños hilillos de agua que escurren, buscando los vericuetos intrincados entre las rocas, hasta desembocar en las grietas interiores de una enorme caverna, que mira al sur. Dista seis kilómetros al surweste de la playa de Juan López, en el vértice austral de la Península de Mejillones.
De ese bendito curso de agua bebieron los changos que habitaron en Caleta "Abtao" (Hoy, "Juan López"). De esa misma agua se proveyó el "chango" López, que la conoció a mediados de los años 50 del siglo XIX. Radicado ya en "Peña Blanca", López abasteció a José Santos Ossa, aunque éste no mezquinó artimañas, para pisotear los escasos bienes del primer poblador de Antofagasta.
Pero el agua seguía escurriendo desde el interior de dicha caverna… Y sigue escurriendo aún.
Hace un siglo
Hasta que un grupo de emprendedores -hace justo un siglo- le echó el ojo. José Satlle, Emilio Ramírez, Mario Rodríguez, Francisco Llagostera y Jorge García Caballero unieron capitales y esfuerzos para acometer una auspiciosa oportunidad industrial. Invirtieron $ 50.000 de la época para instalar equipos de envasado y viviendas para los operarios, que se encontraban 10 metros más arriba de la entrada a la caverna. El flujo diario de agua que se generaba en esa vertiente era de 10 mil litros diarios, lo que auguraba el éxito del prospecto. Produciría agua mineral con gas, para la mesa y sin gas, como bebida medicinal.
Tales fueron las expectativas del proyecto que consideraba además, la creación de un sector agrícola para el cultivo de verduras y frutales, la habilitación de un balneario cercano y el tendido de una línea férrea desde la estación "Cerro Moreno" hasta la explanada superior de la vertiente.
Para asegurarse del éxito de la empresa, hicieron análisis del agua de vertiente, cuyos resultados fueron remitidos a Santiago, desde donde les llegó la aprobación para el consumo humano. El Consejo Superior de Higiene, clasificó el líquido como "Agua Clorurada Sódico-Magnesiada, Sulfato Cálcica, de reacción "débilmente alcalina", Grado Hidrométrico Francés, Dureza Total 140:00 y una dureza permanente de 136 gramos por litro."
Lo curioso es que en las etiquetas de las botellas de agua mineral "Cerro Moreno", se destacaba como una de sus propiedades, el ser "muy radiactiva" y que curaba varios males de la época, incluyendo afecciones pulmonares. Y en la promoción, se vieron involucrados dos recordados púgiles yankees. Se decía que Dempsey derrotó a Carpentier porque el vencedor bebió agua mineral "Cerro Moreno" que le dio "salud y vigor". Y agregaba, "Si Usted, lector, no quiere ser vencido en ningún terreno, pida en todas partes la rica agua mineral "Cerro Moreno"…¿Era posible tanto milagro?
Lamentable el agua mineral "Panimávida", llegada en los vapores de cabotaje y las bebidas que se produjeron en Antofagasta (Embotelladora "Esmeralda" del empresario Manuel Clavel, en calle Caracoles) y el lanzamiento al mercado de la gaseosa "Gómez Carreño", terminaron con la ilusión de aquellos soñadores del siglo pasado.
Hoy, el agua sigue escurriendo desde las grietas interiores de la caverna, aunque el lugar en sí, pese a las dificultades de acceso, no es más que un simple trozo de playa, lleno de basuras. Antofagasta hace así un gesto de desprecio a un lugar que merece el respeto, por la enorme trascendencia histórica que atesora.