Escuchar a Chile
Con un resultado tan ejemplar como contundente, conviene ahora echar racionalidad a un debate que debe ser amplio y dotado de legitimidad. El Chile verdadero y mayoritario es el que se expresó ayer en paz, con la democracia y no facciones que buscan la violencia u otros que solo protegen sus propios beneficios o sus cuotas de poder.
Como se hace en las sociedades democráticas, Chile cumplió uno de los ritos más profundos de la vida en una sociedad moderna: un proceso electoral, con un resultado absolutamente previsible, mucho antes incluso del 18 de octubre de 2019.
Es notable que la participación haya sido contundente, ya que ese dato legitima el proceso y confirma que la gran mayoría de los chilenos optó por la institucionalización del diálogo y las demandas. De eso no hay dudas. Por supuesto que la expectativa es alta, pero a ella habrá que poner algo de contención, independiente de la contundencia misma del resultado.
De este último dato pueden leerse varias cosas. Para muchos, puede resultar una paradoja que a pesar de los avances económicos y sociales, el país no estuviera satisfecho; esto, probablemente, tiene que ver con los sabidos reclamos de dignidad y mejor trato. Pero también es un efecto inconsciente de la propia modernidad, que ni la elite ni menos la institucionalidad han sabido interpretar. Ni Chile ni los chilenos son los mismos de hace 30 años, pero el mundo tampoco.
Ahora el país entrará en una dinámica que ha sido un tanto ajena en los últimos años, pero que es absolutamente indispensable: comenzar a conversar una vez que los constituyentes sean elegidos. Y eso es sano y positivo porque el encuentro siempre será mejor que una nación dividida entre facciones, con lenguajes tan distintos y que se observan como enemigos.
Con los resultados a la vista ya no es aconsejable hablar de triunfadores o perdedores, sino de la voluntad soberana que empujó el proceso. Ahora se puede dar un salto adelante, sólo si hay voluntad, ánimo y confianza para trabajar con todos. Es hora de dejar atrás las divisiones.
Será un encuentro difícil, que encima debe tener presente los contextos internacionales, que incluyen las migraciones, el cambio climático, los avances de inteligencia artificial y robotización, más la globalización, entre otros factores, las que serán más fáciles de afrontar con un sociedad civil comprometida y un Estado y sector privado fuertes. Aquello es obvio, pero se olvida fácil.
Será muy interesante el debate y esperemos que abunde la racionalidad y no solo las pasiones que hemos vivido durante los últimos meses. Eso no será suficiente para el país y el mundo que vienen.