"Mamá sácame de acá, soy inocente"
DRAMA. La familia sufre con la detención de Bastián, su hijo de 20 años en la cárcel.
"Mamá, sácame de acá, soy inocente", fue lo primero que dijo Bastián Campos a Maribel Gaete, tras encontrarse el día jueves 27 de noviembre de 2019 en la Cárcel del Nudo Uribe. El joven de 20 años había sido detenido la noche del martes anterior, a eso de las 22 horas y 10 minutos en la intersección de 14 de Febrero con Maipú. Era acusado de portar bombas molotov y de saqueo a un supermercado del sector.
Así comienza el relato de Maribel, quien junto a Juan Campos, su esposo y padre de Bastián, lloran al recordar aquel momento. Desde entonces, su vida se transformó por completo, iniciando un camino de acompañamiento y de búsqueda por demostrar la inocencia del menor de sus hijos quien arriesga una pena de cinco años tras las rejas, por los delitos que se le imputan y que señalan, no son ciertos.
Bastián Campos trabajaba en la construcción hasta hace un año entre Antofagasta y Mejillones, vivía junto a sus padres: él, chofer de Uber y ella, dueña de casa. Se trata de un joven deportista, travieso, simpático, lleno de amigos, que nunca fue buen alumno, pero no un delincuente, cuentan sus progenitores.
El joven participaba activamente de las movilizaciones, igual que su madre y abuela. La mayoría de las veces se movían alrededor de su sector, en Prat con Sabella, pero en otras ocasiones bajaban hasta el centro para participar de las protestas.
El martes 26 de noviembre su vida dio un giro radical. Tras huir de carabineros, mientras participaba de las manifestaciones, fue un puñetazo en el rostro el que lo detuvo, seguido de más golpes en el piso y su posterior traslado a la Tercera Comisaría. Allí, relatan sus padres, comenzó a tejerse una mentira en torno a su hijo, quien, muy maltratado vio cómo uniformados ponían una bomba molotov en su mochila y lo obligaban a firmar, bajo presiones, una "falsa confesión".
Maribel y Juan se conocieron en la Oficina Salitrera de Pedro de Valdivia, allá se enamoraron, se casaron y vivieron en ese lugar hasta el cierre del campamento en 1996. Tras un breve paso por Calama, se trasladaron hasta la capital regional, donde construyeron su hogar junto a sus dos hijos (el mayor de 29 años, ya casado).
El lugar donde se encuentra ubicado su domicilio, en el sector alto de la ciudad, como se sabe, es algo inhóspito. El matrimonio no recuerda la visita de autoridades al lugar y menos el ofrecimiento de algún tipo de ayuda para embellecer la zona. Apenas recuerdan que a fines del siglo pasado el entonces alcalde Pedro Araya Ortiz, les ofreció un auxilio. Desde entonces, nada. Nunca más han visto algún representante público.
Maribel y su madre participaron activamente de las protestas. Estábamos ahí, cada mañana manifestándonos "por la desigualdad de este país, en los estudios, la salud, las bajas pensiones". Ellos sabían que Bastián, junto a sus amigos también protestaban. "A veces nos decía que iba a jugar a la pelota, pero estaba en las calles. Le decíamos que se cuidará mucho" cuentan.
Aquél día 26 de noviembre del año pasado, el joven salió cerca de las 19 horas junto a otros amigos. Cerca de las 22 horas, viendo que no regresaba y que se observaba una jornada particularmente violenta, Maribel y Juan decidieron partir a buscarlo al centro de la ciudad. Maribel sostiene que su corazón de madre le decía que algo andaba mal. Recorrieron casas y calles preguntando si habían visto a su hijo, hasta que bajaron caminando al centro de la ciudad que parecía - recuerdan- el escenario después de una enorme batalla. Las barricadas estaban por todos lados y el olor de las lacrimógenas era insoportable. Así arribaron a la Tercera Comisaría, donde otras madres y familiares de detenidos esperaban noticias, pero ellos nada consiguieron, así es que decidieron retornar a casa, donde la abuela esperaba novedades.
Al día siguiente volvieron a bajar y se dirigieron a la Corte de Apelaciones y allí, entre una pizarra repleta de nombres de detenidos y acusados, encontraron el de Bastián imputado de los delitos de saqueo y porte de elementos incendiarios. No pudieron verlo, pero el defensor les informó que el muchacho sería trasladado a la cárcel.
El impacto fue tremendo y desde entonces se prepararon para visitarlo, lo que ocurrió al día siguiente. A las 11 horas llegaron al recinto penitenciario y unas tres horas más tarde pudieron verlo.
"Fue terrible. Estaba lleno de moretones en todo el cuerpo y la cara, no se podía sentar y estuvo tres días con dolor de cabeza. Lo abracé, pero no quería, se notaba que le dolía todo el cuerpo", cuenta su madre.
Su padre agrega muy emocionado: "Él es inocente, lo cargaron, es un pajarito, es un buen niño, nunca robó nada, nosotros revisamos su pieza, menos andaría haciendo bombas".
La familia visitó al joven todo ese tiempo, hasta que llegó marzo y por razones de la pandemia ya no han podido encontrarse. Ahora hablan dos veces a la semana por teléfono, tratando de contener la angustia y darse ánimo mutuamente. Bastián convive junto a otros reclusos en el Módulo 55 y les dice que está tranquilo, aunque hay algunas jornadas en que la pena se asoma en su voz.
"Bastián siempre ha dicho que es inocente. Conozco a mi hijo, no es culpable y debe estar en libertad. Solo quiero que mi hijo recupere su libertad", apunta su mamá.
"Fue terrible. Estaba lleno de moretones en todo el cuerpo y la cara, no se podía sentar y estuvo tres días con dolor de cabeza. Lo abracé, pero no quería, se notaba que le dolía todo el cuerpo".
Maribel Gaete, mamá de Bastián, Juan Campos y Maribel Gaete