Activar la economía regional
Dotar a las Pymes de la región de Antofagasta de competencias para la disrupción digital es el desafío que demandará el escenario post COVID-19. Un escenario en el cual "industria 4.0" será mucho más que una palabra de moda. Y en el que reactivar la economía local requerirá de una transformación que irá más allá de los subsidios al empleo o de agilizar la evaluación de proyectos de inversión, o incluso de anclar el encadenamiento con proveedores locales como mandato.
En un mundo post pandemia el driver oculto está en entender que la digitalización es global y que ello demanda anticipar cambios estructurales en la organización productiva, en las relaciones laborales e incluso en el modelo de legislación.
Sin embargo, lejos estamos en Chile de tal transformación. Los esfuerzos realizados no han derivado en cambios estructurales. El Índice de Madurez Digital 2020 realizado por la consultora Virtus Partner reveló que apenas un 8% de las empresas están en una fase avanzada y la mayoría está en el nivel inicial de transformación digital. Un 51% de las organizaciones en Chile están aún en un nivel análogo o inicial de Madurez Digital. Ello significa que están iniciando procesos de digitalización con foco en mejoras operativas y de eficiencia, pero no están en el cambio de estrategia que transforme y evolucione la organización.
En un seminario sobre el tema que realizamos como Alianza Antofagasta junto a Juan José de la Torre, socio de la consultora y líder del estudio, este señaló que "transformar es comprender cuál es mi activo más importante, analizarlo, y crear nuevas experiencias que se adapten a los principales deseos y necesidades de las personas en el contexto actual. Es un proceso continuo de creación de valor", y eso es algo que a muchos CEOs les ha costado todavía entender.
La falta de estrategias y procesos de innovación interna en pymes y grandes compañías nacionales es el factor clave. El hackeo del que fue víctima el Banco Estado nos muestra los efectos de las brechas de tecnologías que existen relacionadas principalmente a Big Data, Ciberseguridad e Inteligencia Artificial. Ello debería levantar nuestras alertas para tener un plan de transformación cultural y digital como prioridad en la agenda.
La posibilidad de la primera mina digital del mundo, no es ya un fantasma. Las tecnologías emergentes transformarán la industria minera en la próxima década. Y los proveedores del sector deberán estar a la altura. El desafío no solo tecnológico, es organizacional, social y cultural.
Concretar ello requiere inteligencia colectiva. No se trata de sentar a la mesa a unos pocos, sino de potenciar los espacios de colaboración y co-creación entre quienes puedan provocar pensamiento divergente para generar un diagnóstico y una hoja de ruta que contenga la necesaria transformación para que nuestras pymes sean más competitivas no sólo en el mercado local, sino también a nivel global.