Pescadores artesanales relatan la aflicción de vivir la pandemia con escasez de agua
SOBREVIVENCIA. Familias de Caleta La Chimba, Errázuriz y Constitución, relataron las dificultades que tienen para abastecerse de agua potable durante la cuarentena.
Tras la muerte de sus dos hijos (el último de ellos en 2014), Yolanda Alfaro Morgado, de 57 años actualmente, tomó la determinación de autoexiliarse en Caleta La Chimba.
Sus hijos no solo eran un apoyo financiero y emocional importante, también representaban su único nexo con la ciudad. Es por ello que tras su muerte, explicó, no quiso nada más ni con el mundo ni con las personas.
Durante seis años se las arregló así, casi sin problemas. Entre su trabajo como "orillera" y haciendo pan amasado, lograba juntar los ingresos suficientes para comprar el agua para su consumo, además de la bencina para el generador eléctrico. Pero por la pandemia y el mal momento que pasa la pesca artesanal en la región, su situación cambió.
"La pandemia nos pegó fuerte, porque nos afectó el trabajo ya que no había lugar para vender, el comercio estaba cerrado. La gente se quedó sin plata para comprar agua o para tener para la electricidad y eso también me afectó, puesto que al igual que ahora, vendo por acá solamente", dijo.
Acotó que hace unos meses, una empresa minera había estado llevándoles el agua que les sobraba de sus faenas. "Pero al parecer ya no les sobra, porque ya van a ser tres meses sin agua y como no hay plata, hemos tenido mucha sed".
Pesca y apoyo
Su vecino y pescador artesanal de 47 años, Rolando Carvajal, explicó que no hace mucho tiempo la costa solía tener mayor abundancia de recursos, y por ende había mayores ingresos. Pero la situación fue cambiando con el paso del tiempo, y al igual que en la primera cuarentena, esta segunda restricción los pilla mal parados.
"Solo mira a tu alrededor, lo único que hay para ver son redes de pesca y botes rotos. No tenemos nada. Ni siquiera nos llegaron las cajas de alimentos del gobierno, pero andaban repartiéndolas en los departamentos de al frente (los señala), y eso cae mal, porque a nosotros nos miran así, casi de forma insignificante", dijo.
Errázuriz y Constitución
La guardia de seguridad de 45 años, Alejandra Tito, lleva casi un año viviendo en Caleta Errázuriz, frente a la Isla Santa María. Llegó a la casa de su madre tras perder su trabajo debido a las consecuencias económicas que dejó el estallido social. Posteriormente encontró trabajo nuevamente, pero volvería a perderlo, esta vez por causa del coronavirus. No obstante no se queja, puesto que en la caleta entre todos se ayudan, dice. El único problema que existe, es que no siempre hay agua para beber.
"La situación financiera no está buena y el agua tampoco está barata. Con todo esto, estamos pagando a $4 mil pesos, los 200 litros y se hace poco. En este momento habemos dos familias viviendo aquí, y somos nueve personas (6 adultos y 4 niños)", dijo.
Agregó que pese a que han recibido algunas ayudas por parte del gobierno (les fueron a dejar agua hace poco más de un mes), no siempre es la mejor.
"La última vez que nos vinieron a dejar agua y empezamos a llenar los bidones, nos percatamos de que venía muy sucia, turbia, casi amarilla. No se podía tomar y no lo hicimos, la dejamos para regar", dijo.
Acotó que fue Carabineros, quienes después le llevaron agua potable de mejor calidad.
Necesidades
La mujer comentó que aunque han logrado juntar algunos recursos, ya que dos integrantes de la familia están trabajando en el huiro, siempre escasea el agua "y eso es lo que más se necesita, por ejemplo, para hacer la leche a los niños", dijo.
El panorama en Caleta Constitución, aunque mejor, también supone ciertas complejidades para su comunidad. Al igual que todas las caletas visitadas, el agua sigue siendo el primer punto en la lista de necesidades. Algo que en el caso de los niños, han logrado cubrir con el aporte de la Fuerza Aérea.
Así lo explicó el presidente del sindicato de Caleta Constitución, Luis Olivares, de 52 años, quien desde que comenzó la pandemia, ha venido trabajando de forma alternada, entre la construcción (en Antofagasta) y la recolección de huiro en la caleta.
"Cuando comenzamos con las cuarentenas, la pasamos muy mal, porque el agua se nos acabó. No venían los camiones aljibes. Estuvimos 20 días sin agua. Afortunadamente la Fuerza Aérea nos ha venido a traer agua en varias oportunidades, esto como un apoyo que realizan a los niños que estudian en la escuela de la FACh, pero que igualmente extienden a los otros niños. Ayudan a todos los niños por igual", precisó.
Acotó que cada una de las 30 familias que allí residen, se las arregla con el agua. No así con el combustible para echar a andar el generador. "Ese lo pagamos entre todos, ya que independiente de si ocupan o no internet, tenemos que tener señal para contactarnos con los teléfonos de emergencia, si es necesario", dijo.
Coloso
La situación en Coloso, según explicó el pescador artesanal de 66 años, Urbano Alfaro, sigue siendo muy complicada para los adultos mayores que habitan en la caleta, puesto que están sobreviviendo solo de sus pensiones, lo cual no es mucho, además de no poder abastecerse producto de la cuarentena.
"Aquí no tenemos internet ni comisarías cercas como para pedir un permiso. Si salimos corremos el riesgo de que nos saquen un parte. Por eso, lo que estamos haciendo para ayudarnos, es hacer ollas comunes entre vecinos, juntamos las pensiones y hacemos la comida del mes, de lo contrario está muy difícil", evidenció.