¿Cuál es el plan de Antofagasta?
En veinte años siete alcaldes y alcaldesas han ocupado el sillón municipal, una rotación que ha dificultado abordar nuestros problemas de fondo. La falta de un sistema de transporte público moderno o los campamentos son ejemplos de problemas estructurales que requieren acciones sistemáticas, no oportunistas.
Antofagasta eligió esta semana su séptimo alcalde en dos décadas debido a la incapacidad temporal que afecta a Karen Rojo Venegas, quien -como se sabe- dentro de las próximas semanas irá a juicio por presuntos delitos de fraude al Fisco y negociación incompatible, perseguidos por el Ministerio Público y el Consejo de Defensa del Estado.
El elegido para asumir el cargo en calidad de alcalde suplente fue el concejal Ignacio Pozo Piña, quien ejercerá con plenas facultades hasta que termine la incapacidad temporal de Rojo o hasta que el actual periodo municipal expire, en abril de 2021.
Más allá del hecho puntual, queda en la retina un problema de fondo, que es la gran inestabilidad que ha existido en la Municipalidad de Antofagasta en los últimos años, y que se ha traducido en una seguidilla de alcaldes y alcaldesas, cada uno con sus respectivos equipos, prioridades, orientaciones y apoyos políticos.
Es claro que las ciudades requieren planificación de largo plazo para crecer y superar sus desafíos y carencias. Las miradas cortoplacistas normalmente se hacen cargo de las urgencias, pero no de los desafíos mayores, esos que de verdad impactan en la calidad de vida de las personas y que requieren un trabajo sistemático y constante, a lo largo de años.
La falta de un sistema de transporte público moderno es un ejemplo palpable. Distintas administraciones han tenido distintas disposiciones hacia este problema estructural, y la consecuencia es que a la fecha aún no se da un solo paso en alguna dirección. Y no es el único, la falta de involucramiento del municipio con la temática de los campamentos o una solución al déficit de tratamiento de aguas servidas, también obedecen en buena medida a la miopía que normalmente caracteriza a las administraciones pasajeras, y lo mismo podría decirse de muchas otras carencias urbanas profundas.
Las razones de la alta rotación son diversas y no es del caso analizarlas, pero sí dejar planteado un dilema: Antofagasta necesita un plan, una hoja de ruta, una estrategia, no de cuatro años, sino de largo aliento de lo contrario, seguiremos tapando baches.