Un gran golpe simbólico
Lo visto ayer en la Cámara es más que la aprobación a una operación financiera, es un toque a una estructura política nacional que tendrá consecuencias insospechadas. El momento nacional es crítico, pero con una gran oportunidad. Se requiere, con urgencia, debatir qué país queremos y qué instituciones y modelo de desarrollo se requiere para eso.
A veces es mejor perder una batalla y no la guerra, pero el gobierno, tan poco fino en estas lecturas, volvió a equivocarse cuando ya no tiene espacio para estos deslices. Dejó crecer el proyecto de retiro del 10% de los ahorros previsionales, sin calibrar el problema que están sufriendo miles de familias y, peor aún, el simbolismo que adquirió para un país que aún vive los ecos del estallido social.
El lunes, el Presidente Sebastián Piñera, volvió a repetir una frase que le ha sido recurrente en los últimos meses: que escuchó el mensaje de la gente.
Pero otra vez llegó tarde, otra vez tuvo un error de cálculo, entregando apenas lo suficiente para empezar a negociar, como si los momentos actuales -con las carencias de los chilenos- dieran para eso.
Independientemente del resultado conseguido ayer en la Cámara, el ejecutivo perdió y esa derrota, ante un mal proyecto que perjudicará a los más pobres, tiene otra vez como responsable a la cabeza del Estado, quien, como casi siempre, se concentró en la especulación, olvidándose de que ya no tiene cuenta corriente ante la ciudadanía.
La gente no le tiene ni confianza ni afecto y el Jefe de Estado no parece comprenderlo ni asumirlo. Parece seguir pensando que hay una especie de salvación a su deteriorada imagen.
El resultado en la Cámara parece ser fiel reflejo de lo que demanda -certera o equivocadamente- la ciudadanía. Y en tal perspectiva, esto es mucho más relevante que una operación financiera; se trata de un golpe simbólico sobre el sistema de pensiones, algo de enorme magnitud para el entramado político que ha regido al país durante las recientes cuatro décadas.
Ojalá que a partir de ahora la discusión sea seria e informada, apuntando al bien común.
Hasta ahora, y malamente, nos estamos acostumbramos a un país irreconocible, donde nadie busca acuerdos y donde proyectos mediocres entran a debate, incluso con posibilidades de convertirse en leyes. Es el Chile que tenemos, muy a pesar de los dolores y sufrimientos que tanto le han costado a varias generaciones. Pero la posibilidad sigue allí: construir un gran acuerdo honesto de cara al futuro.