A casi 15 días de las protestas en más de 75 ciudades en Estados Unidos frente a la muerte del ciudadano estadounidense George Floyd, un hombre negro que fue asesinado por un agente de Minneapolis, el fenómeno 'I can't breathe' marca un antes y un después en las movilizaciones sociales en el mundo, pese a que ya la NBA había protestado en 2014 contra el racismo en ese país utilizando la misma frase.
Los anteriores movimientos son vistos como expresiones del/la ciudadano/a de a pie para defender el 'pacto político' (Rousseau) entre gobiernos y gobernados como ocurrió en las ocupaciones de la Plaza Sintagma en Grecia (2008), las protestas ciudadanas en Islandia (2008-2011), el "movimiento verde" en Irán (2009), la Primavera Árabe (2011), el fenómeno "Y'en a marre" (¡Estamos hartos!) en Senegal, que revivió el debate democrático, poniendo fin a las reelecciones sucesivas de Abdoulaye Wade, y la serie de protestas juveniles en contra del régimen dictatorial en Etiopía.
También es posible encontrar manifestaciones desde la 'agencia' (la ciudadanía) que le reclama a la 'estructura' sobre sus derechos y el abandono de los deberes de la institucionalidad como lo observado en las movilizaciones estudiantiles de 2011 en Chile, Colombia y Quebec que criticaron profundamente no sólo el poder de lucro en la educación superior, sino también todo el modelo de sociedad.
Según el historiador chileno Gabriel Salazar (2011), se aprecia un cambio significativo de los movimientos de masas a los movimientos sociales; en 2012, por ejemplo, los/as estudiantes mexicanos/as irrumpieron desde las redes sociales para denunciar tanto la colusión del candidato ganador como los poderes mediáticos y económicos.
El 2013 se caracterizó por el alzamiento de la juventud en el parque de Gezi (Estambul), en Brasil y Hong Kong. De aquí en adelante, según Geoffrey Pleyers (2018), no ha habido un mes sin que estalle una protesta social en el mundo, como el 'Nuit Debout' en Francia (2016), las manifestaciones masivas en varias ciudades de Europa del Este, en especial en Bucarest o Sofía (2017 - 2019) y en África del Oeste (2018) y, por supuesto, nuestra 'Primavera Chilena en octubre del año pasado.
Sin duda, las protestas en EE.UU. marcan un hito en la lucha contra el racismo porque se extienden a otras latitudes como Londres, París y Atenas, que han sufrido históricamente discriminación y xenofobia.
A la vez, constituyen una expresión de voluntad colectiva sobre sí misma y de la soberanía ciudadana más allá de la lucha por la justicia y el respeto a la comunidad afroamericana, se aprecian relaciones horizontales como mecanismos de empatía en la base social (Salazar, 2011), que reclaman abuso de poder por parte de lo que el filósofo argelino Louis Althusser (1970) llama 'los aparatos represores del Estado'. Asimismo, esta 'Religión Civil' (Richard Rorty, 1991) también protesta en contra de las inequidades existentes en lo económico, y sobre todo en lo judicial del modelo neo-liberal estadounidense, pues habría ciudadanos/as de primera y segunda clase.
Esta 'democracia plural radicalizada' (Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, 1985), o 'actos de terrorismo nacional' en palabras de Donald Trump, sería la excusa perfecta para que el presidente norteamericano la usara como expansión del Covid - 19, bipolarizara el discurso ciudadano y finalmente ganara las próximas elecciones de noviembre (El Confidencial, 02/06/2020). Finalmente, 'the Great America' es blanca, rica, poderosa y sostenedora del status quo.