La guerra que no fue (ni era…)
La historia de nuestro Chile está en deuda con los chilenos. Hay tantos episodios oscuros, que nos han sido negados y que -poco a poco- han sido develados por quienes tienen el coraje de dar una nueva mirada a tales hechos. Es el caso de un suceso poco feliz que tuvo lugar en julio del año 1920, cuando el mal llamado "León de Tarapacá" comenzaba a probarse la banda presidencial, muy a pesar de los conservadores, liderados por Juan Luis Sanfuentes.
A fin de evitar que Arturo Alessandri asumiera la presidencia, luego de un estrecho empate con Barros Borgoño, el Ministro de Guerra de la época, Ladislao Errázuriz (apellido vinoso, como vemos) movilizó las tropas chilenas hacia el límite norte del país (léase Tacna, que estaba en poder de Chile). ¡Inventó una guerra…!
Miles de soldados las emprendieron hacia el que -40 años antes- había sido el escenario de la Guerra del Pacífico.
¿Razones? El Ministro de Guerra habría recibido -de oídas- un comentario que aventuraba que Bolivia y Perú habrían iniciado una ofensiva militar a gran escala, con el objeto de recuperar los territorios perdidos en la guerra.. En un verdadero tropel, unidades importantes del Ejército partieron al norte, sin un plan definido. Alentados por el fervor patriótico, muchos jóvenes acudieron a reclutarse como soldados. Entre ellos… ¡Sorpresa! Estaba un joven novicio llamado Alberto Hurtado… Tres semanas tardó la movilización. Y el mismísimo Ministro Errázuriz firmó una declaración de guerra, el 15 de julio de 1920. Sindicatos de obreros, mancomunales y estudiantes no creyeron en tal conflicto, no formaron parte de las tropas y se les trató de "Traidores" y "Vendidos al oro peruano".
Poco a poco, la farsa quedó al descubierto generando un enorme descontento popular. Los nacionalistas descargaron sus iras contra los estudiantes de U. de Chile, que fueron acusados de "subversivos" y sometidos a un desprestigiado proceso. ¡Todo había sido una vulgar farsa…! La mentira, el engaño a Chile entero, traería consecuencias años más tarde (1924)… Y una vez más, los militares serían los actores.
Jaime N. Alvarado García, profesor normalista y escritor