Regreso al voto obligatorio
Cuando hace ocho años el país se jugó por el voto voluntario, se vio como una solución frente al desinterés ciudadano. Pero está claro que ése no era el remedio. La clase política no ha sabido interpretar las expectativas de los electores. La desilusión es compleja: es tanto por la desconexión de los partidos, como por las complejidades de la democracia.
Sorprendentemente la Cámara de Diputados rechazó un proyecto de ley que pretendía restablecer el voto obligatorio, a partir del plebiscito constituyente que se realizará el 26 de abril, como una forma de enfrentar las altas tasas de abstención electoral. Tras este revés, algunos parlamentarios han señalado que volverán a presentarlo.
Sería lo mejor, considerando todo lo que ha vivido el país, no desde el 18 de octubre, sino desde ya hace varios años, con un profundo desapego de la sociedad al quehacer y las obligaciones ciudadanas. La baja participación en los comicios -y nuestra región es una de las más afectadas en este plano- es muy malo.
Tal vez quieren manifestar así su desencanto por la forma de hacer política. No obstante, ello debilita la democracia y da menos sustento y legitimidad a quienes son elegidos. El sistema democrático requiere de coaliciones gobernantes y opositoras fuertes, pero esto se altera si los ciudadanos prefieren quedarse fuera, porque ellos serán los que se beneficiarán o perjudicarán con las iniciativas que aprueben las autoridades.
Eso debe entenderse y es una obligación para toda persona. Es nuestro derecho y compromiso el participar de estos procesos.
Hay evidencia de que nuestra democracia no sólo es imperfecta, sino también escasamente representativa. También es cierto que se terminó marginando a las diferencias, que ante ello optan por no participar o criticar al sistema por medio de las protestas, lo que es la peor de las salidas.
Por eso, la decisión de quienes votaron en contra es censurable. Deben generarse todas las condiciones posibles ara que la gente se haga cargo de sus decisiones. Sería una pésima medida que esto solo fuera producto de un pequeño cálculo político para las próximas elecciones.
Lo más preocupante es que la democracia termine consumida por la propia democracia. Este es un sistema que exige conocimiento, educación y estudio. La democracia debe protegerse con esos valores, ya que en caso contrario puede ser presa de populismos de izquierda o de derecha.