Armando Uribe
Armando Uribe Arce se nos ha ido (1933-2020). Recordarlo como un literato con Premio Nacional de Literatura (2004) es una eventualidad, pero hay otros modos más equitativos de referirse a este intelectual chileno. La diferencia es digna de considerarse y más de alguno que lo haya leído se atreverá a juzgarlo "rara avis" en el gallinero cultural chileno del siglo XX.
Decir eso y recordar a "Martín Fierro" ya sería un buen homenaje, bastaría detenerse en estos versos: "Hay hombre que de su cencia tienen la cabeza llena,/ hay sabios de todas menas,/ mas digo, sin ser muy ducho,/ es mejor que aprender mucho/ el aprender cosas buenas.". Uribe Arce fue hombre de notable cultura (Poeta, ensayista, diplomático, abogado, docente universitario). Como literato se le aprecia en la antología "Poesía chilena contemporánea". Por méritos propios, está registrado en la antología de la "Poesía religiosa chilena".
Múltiples facetas culturales interesaron a este intelectual y en esta diversidad, no siempre sus apreciaciones fueron bien acogidas. Los convencionalismos sociales se dejan sentir a lo largo del país. La razón de la sin razón llevó a algunos a calificar sus ideas como "irreverentes". Pruebas al canto: Uribe Arce escribió este poemilla titulado "Los ángeles que lloran": "Los ángeles que lloran / el ángel de la guarda/ que perdió al que guardaba/ el de la zarzamora/ ardiente el de la muerte./ Inconsolablemente."
Nada de irreverencia. Sólo claridad. Al poeta le han bastado seis versos y con ellos da nuevo aire a la teología veterotestamentaria y a la del Nuevo Testamento. Los tiempos han cambiado. Las realidades deben verse a la luz de la inteligencia más actualizada. Las razones que tuvo para todo esto, es probable que nadie se la haya preguntado al poeta. Este chileno "irreverente", de alguna manera hace recordar algunas de las ideas del viejo rector de Salamanca, don Miguel de Unamuno y Jugo que por ser un literato polemista, pocos se dieron cuenta de que sus conocimientos teológicos eran de notable calidad.
La buena crítica está en deuda con la notable obra cultural de este santiaguino ejemplar.
Osvaldo Maya Cortés