Atender al encuentro
Malamente se ha criticado el acuerdo y el encuentro, el ser capaz de ceder, aún cuando esa estrategia es la que le ha dado más resultados a Chile en su historia. Cuidemos el lenguaje, no sigamos dividiendo, tenemos diferencias respetables, pero seguiremos viviendo juntos, más allá de este desafiante momento, que exige más diálogo.
La Alemania Nazi gestó caricaturas absurdas que hicieron un enorme daño respecto de lo cual hay bastante consenso. Y comenzó con el lenguaje, alterándolo, extremando posiciones, llevándolo todo al blanco y negro.
Todos los judíos eran inferiores, Alemania era superior a cualquier raza europea, la socialdemocracia era una especie de blasfemia y así se cuentan otros tantos ejemplos más.
El clásico juicio de que estás conmigo o contra mí.
Chile tomó rumbos similares en los 60 y 70, acusándose unos a otros de lo peor, llevando la comunicación a un nivel bélico inédito, que pareció consecuencia del abandonar el respeto como algo elemental y básico para la convivencia.
Hoy vemos atisbos de aquello. Gritos de lado y lado con acusaciones mutuas, haciendo reduccionismos que poco aportan, pero causan mucho daño. No se trata de izquierdas o derechas, sino de una escasa consciencia de la destrucción de la civilidad que produce poner el énfasis en lo que nos divide y no en lo que tenemos en común.
Muy lamentablemente unos pocos han puesto en tela de juicio los acuerdos, como si ello fuera malo o un error. Una actitud ignorante que desconoce que los avances más grandes de la nación han ocurrido precisamente en estas dos décadas tan vilipendiadas por un sector que claramente busca otros objetivos.
¿Qué habrá pasado para este desencuentro tan enorme entre los chilenos? Ciertamente se revelaron viejas heridas y apareció la escasa complicidad ciudadana existente en Chile, sumada al alto individualismo y posiblemente un efecto indeseado de las redes sociales donde busca la aprobación general y no, necesariamente, aportar con ideas.
Tal combinación está resultando desastrosa en un contexto en el que Chile requiere -por los desafíos que se vienen- ponerse de acuerdo para un plan futuro que reconozca sus posibilidades.
Cuidemos el lenguaje, no sigamos dividiendo, tenemos diferencias respetables, pero seguiremos viviendo juntos, más allá de este desafiante momento, que, por cierto, exige más conversación que nunca.