Los hallazgos del 10° Termómetro de la Salud Mental Achs-UC han vuelto a poner sobre la mesa un problema cada vez más urgente: la salud mental en el norte del país está en crisis. Con un preocupante 32,7% de la población mostrando síntomas moderados o severos de ansiedad, estas cifras superan con creces a las de las zonas centro y sur, evidenciando una situación que no puede seguir siendo ignorada.

Las razones detrás de este fenómeno son multifacéticas. La incertidumbre (en el sentido amplio del concepto), la inseguridad se posicionan como las principales fuentes de estrés para los habitantes de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama y Coquimbo. El crimen organizado y la delincuencia han creado una atmósfera de temor constante, afectando la tranquilidad y calidad de vida de la población. Pero no solo la seguridad inquieta a los nortinos: el cambio climático, las proyecciones económicas y la incertidumbre sociopolítica también contribuyen a esta crisis emocional.

El impacto de este deterioro en la salud mental se refleja en el alza de licencias médicas emitidas por trastornos ansioso-depresivos. Según datos de la Seremi de Salud de Antofagasta, el 37% de las licencias tramitadas en Compin corresponden a problemas de salud mental. Este aumento no es casualidad, sino el resultado de una acumulación de factores de estrés que han convertido la ansiedad y la depresión en problemas endémicos de la región.

Es urgente que se tomen medidas concretas para abordar esta crisis silenciosa. No basta con diagnósticos y estudios, se requieren políticas públicas que aseguren acceso oportuno a atención psicológica y psiquiátrica, así como estrategias que reduzcan los factores de estrés que aquejan a la población.

El desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) se ha tomado la agenda mundial los últimos años, y lo anterior no resulta casual ya que existe consenso que aquella representa el futuro de la humanidad e, incluso, algún mandatario ya ha manifestado "quien domine la IA, dominará el mundo".

En la ciudad de Paris recientemente se llevó a cabo la "AI Action Summit 2025" donde Europa, y principalmente Francia, pretendía avanzar en su agenda de regulación en IA, una regulación que contempla alcance mundial. Pero luego de la intervención del vicepresidente de los Estados Unidos, J.D. Vince, y su visión sobre los efectos de la sobreregulación normativa, quedó de manifiesto la falta de consenso respecto de la materia. Uno de los primeros efectos de aquella disonancia fue la retirada, por parte de la Comisión Europea, de su proyecto de "Directiva de Responsabilidad en la IA" desde su programa de trabajo 2025.

Desde antaño ha existido cierta visión que manifiesta temores respecto del desarrollo de tecnologías por parte de la humanidad. A modo de ejemplo, autores como Hans Jonas ("El Principio de Responsabilidad", 1979) y George Orwell ("1984", 1949) manifiestan cierto grado de temor, alarma y/o desconfianza respecto del futuro y desarrollo de la IA, la que podría transformarse en una amenaza para la propia humanidad, los denominados "Riesgos Existenciales".

A nivel mundial los mayores exponentes en desarrollo de IA corresponden a Estados Unidos y China, precisamente dos de los países que presentan menor densidad en lo que se refiere a regulación de IA. Aún más, al asumir la nueva administración de los Estados Unidos, que ha declarado su firme apoyo a nuevos proyectos de IA y su desregulación, ha anunciado el proyecto Stargate, una asociación colaborativa con nuevas inversiones, principalmente privadas, por 500.000 millones de dólares.

La temática recuerda el trabajo desarrollado por el abogado Ronald Coase, premio Nobel de economía 1991 quien centró sus investigaciones en determinar cómo las instituciones legales y económicas influyen y afectan las decisiones económicas. El denominado "Teorema de Coase" explica cómo, en ausencia de costos de transacción (regulaciones), las partes pueden negociar y resolver, de manera eficiente, problemas de externalidades, independientemente de cómo se asignen los derechos de propiedad. Ante ello, afirma que la regulación legal puede transformarse en un costo de transacción relevante para el mercado, en nuestro caso, el mercado de la IA.

Actualmente nuestro congreso tramita un proyecto de ley sobre IA (Boletín 16821-19), el cual tiene por fuente principal la Directiva Europea sobre IA año 2024. Tal directiva contiene un fuerte contenido regulatorio en diversas materias y, por ello, nuestro proyecto de ley declara como sus objetivos, entre otros, el garantizar la protección de la salud, la seguridad y los derechos fundamentales de las personas, así como la protección de los consumidores frente a eventuales efectos nocivos de tal tecnología, por lo que declara que el desarrollo y utilización de IA debe circunscribirse a lo que denomina un "marco ético común".

Resulta necesario que nuestro marco regulatorio no se constituya en una barrera o limitación a nuestro desarrollo en IA, como advierte el Teorema de Coase, desarrollo que, de por sí, ya se encuentra alejado de los principales centros de innovación mundial. No debemos perder de vista, como se ha señalado, que la IA representa el futuro de la humanidad en todas sus dimensiones.