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hay que hacerles justicia a dos realidades. Por un lado está el caso de quienes no solo han perdido seres queridos, sino que ni siquiera los han encontrado aún. Nadie puede pedir que den esta historia por cerrada si el Estado no ha puesto todos los medios posibles para ayudar algo a cicatrizar su herida. Por lo mismo es una fecha significativa no solo para ellos y su entorno, sino de algún modo para todos. Pero tenemos que también reconocer que para una porción cada vez mayor de la sociedad es una fecha de importancia decreciente. A comienzos de agosto el expresidente Frei hizo un llamado a que pusiéramos fin a esta discusión, porque ni ahora ni en 100 años nos vamos a poner de acuerdo. Algunas personas reaccionaron contra sus dichos atendiendo a la gravedad de los hechos. Pero me parece que si uno atendía al conjunto de su entrevista no se trataba para nada de un intento frívolo por ignorar el pasado, sino de un intento serio por hacerse cargo de estos dos lados de nuestra situación.
-¿Estamos más o menos divididos? Pareciera que los 50 encontraron al país más dividido que en los 30 o en los 40…
-Claro, esta conmemoración se ha dado en el marco de una clase política ya polarizada por otros motivos. Siempre es difícil determinar cuán polarizado está también el resto de la sociedad, pero obviamente las discusiones en torno al 11 son ocasión para que la división se extienda. Ahora bien, es obvio que la unidad del país no tiene por qué ser el valor supremo. Tampoco es que se deba hacer las cosas de un modo que no incomode a la derecha. Pero si lo que se quiere es construir una narrativa mínimamente compartida respecto del pasado, hay que cuidarse de que los lugares y momentos de memoria no sean percibidos como levantados contra una de las partes. Es un difícil equilibrio y se puede fallar en una u otra dirección, pero con la lógica adversarial instalada hoy ni siquiera parece hacerse el intento. El problema, por otro lado, es que esto no solo es una sociedad polarizada, sino una sociedad que al mismo tiempo tiene que alcanzar acuerdos respecto de materias urgentes como pensiones. Uno no puede increpar al otro un día y al momento siguiente decir "dejemos nuestras divisiones de lado, pongamos a los chilenos primero". Y esto vale para todos, claro está, pero hoy especialmente para el Presidente.
- ¿Era evitable o inevitable el Golpe? Esa ha sido la discusión de estos días.
-Uno puede darle la razón a quienes desde la izquierda han reprochado el uso de ese término: las acciones humanas no son algo inevitable como ciertos procesos naturales. Pero hay un uso más laxo de la palabra "inevitable" que puede ser pertinente. En todo caso, dejando de lado el término, a mí me parece que lo fundamental es reconocer que los caminos se van estrechando, que cuando ciertas decisiones no se toman a tiempo las posibilidades de resolver de modo pacífico los conflictos efectivamente se reducen. No tiene sentido engañarse al respecto, como si siempre permaneciera sobre la mesa un elenco amplio de salidas. Si me permite extenderme sobre esto, para mí esa es una razón para mirar con distancia esa idea -propiciada en estos días- de que los problemas de la democracia siempre se resuelven con más democracia. ¿Debemos hacer todo por resolver nuestras disputas políticas de modo democrático? ¡Por supuesto! Pero cuando no lo hacemos a tiempo, cuando lo hacemos vulnerando aspectos importantes de esa vida democrática, esa posibilidad no permanece abierta para siempre. Eso no significa que el Golpe haya sido estrictamente inevitable, pero sí significa que el país puede haber llegado a una situación en que todas las alternativas que quedaban eran violentas. Y ese tipo de escenario trágico es el que hay que evitar.
-¿Será posible tener una "verdad oficial" de lo ocurrido?
-Soy tan enemigo de las verdades oficiales como la mayoría de las personas. Pero vale la pena revisar cómo imaginamos la alternativa. La alternativa más sana no es decir "no hay verdad oficial, cada uno puede pensar lo que quiera". Esa es una manera muy superficial de concebir la libertad de pensamiento. Tenemos que hacernos cargo de unos mismos hechos. Tal vez la simple lectura de crónicas -como la de Alfredo Sepúlveda sobre la Unidad Popular o las de Ascanio Cavallo sobre la dictadura y la transición- produciría un cambio. ¿Son tan distintas las reacciones que ciudadanos de distintas tendencias políticas tienen al leer algo así? Quizá la alternativa a una "verdad oficial" sea no la sola libertad, sino un canon compartido. Y ese modo de pensar un camino alternativo a la "verdad oficial" importa también para otros temas.
Proceso constitucional
- ¿Cómo observa el proceso? ¿Cómo ve el camino que está tomando el nuevo texto constitucional?
-Aquí volvería sobre lo dicho antes respecto de los caminos que se van estrechando. De un modo menos dramático que cinco décadas atrás, obviamente, pero la regla es la misma: las posibilidades para cerrar bien este tema son limitadas.
- ¿Cómo cree que va a terminar el proceso?
-Uno le puede quitar dramatismo, obviamente, reconociendo que nuestros problemas no son principalmente constitucionales y que fue un error poner tantas fichas ahí. Pero aunque eso sea bastante cierto, también es verdad que tenemos un problema constitucional y que hacerse cargo de nuestros otros problemas será bastante más viable una vez cerrado este proceso. Por lo mismo hay una gran responsabilidad para quienes están a cargo, pero también hay una responsabilidad de una ciudadanía que, aunque comprensiblemente hastiada, tiene que tomarse el proceso en serio antes de rechazarlo de modo ligero.
-¿Cómo sigue el país con un segundo rechazo?
-Obviamente sería un rechazo de carácter muy distinto del anterior. La anterior Convención tuvo al país en vilo y por lo mismo una parte de los responsables terminó -junto con sus ideas- marginado de esta nueva etapa. El desinterés que ha existido ahora, en cambio, sugiere que no ocurriría lo mismo. Pero insisto, esa no es razón para ignorar que el país necesita volver a la certidumbre.
- El oficialismo dice que la derecha le está "pasando la máquina" en el proceso, especialmente con las unidades de propósito presentadas en el cierre del trabajo de las comisiones. ¿Es una exageración o es real esa queja?
-Puedo entender que perciban así el proceso y hay más de una enmienda que creo critican con razón. Pero para que el proceso llegue a buen término, la alternativa no puede ser volver al anteproyecto de la Comisión Experta, como pedían desde la izquierda hace algunos días. Me parece que de verdad hay errores muy gruesos desde ambos lados. En las enmiendas ha habido cosas perfectamente razonables y otras muy disputables, pero la izquierda se ha empecinado en tratar todo como un bloque inaceptable. Por otro lado, aunque las comparaciones con la Convención sean desproporcionadas, parece cierto que ha faltado generosidad por parte de Republicanos. Y el hecho es que si esto no resulta es la política en su conjunto la que va a ser responsabilizada.
- ¿En qué momento de la historia se encuentra nuestra sociedad (punto de inflexión, empantanados, retrocediendo...?
-Es interesante preguntarse eso considerando justamente la retórica que muchas veces rodea la discusión constitucional, ese lenguaje que pregunta si hay "avances" o "retrocesos". A mí me parece un lenguaje completamente inútil para enfrentar las disputas morales y políticas, un lenguaje que sigue reflejando una infantil visión lineal de cómo se mueve la historia. Y es especialmente burdo si uno piensa en cómo la Convención pasada "avanzaba" en una dirección del todo descaminada. En lugar de eso parece clave reconocer que estamos más bien empantanados. Esa es la realidad del país en muchos sentidos más que el constitucional. Algunos quieren "avanzar", por ejemplo, a voto voluntario desde los 16 años, cuando nuestro problema es que tenemos 50.000 estudiantes que han abandonado el sistema escolar. Ese es el pantano en que estamos. Pero tal vez, para terminar en una nota optimista, tenga sentido volver aquí sobre la inevitabilidad. Si al discutir el pasado ponemos tanto hincapié en que no existe la inevitabilidad, sería bueno recordarlo también al pensar sobre el presente. Los desafíos son enormes, pero con decisiones tomadas a tiempo el panorama en materias como seguridad y educación podría empezar a cambiar.
El gobierno realizó el lunes pasado en la moneda la ceremonia de conmemoración por los 50 años del golpe de estado.
Conflicto con Nicaragua y PC
-¿Cómo ve la actitud del PC en la polémica del gobierno con el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega?
-Vale la pena recordar que hace dos años fueron bastante más allá del silencio, que avalaron una elección antes de la cual Ortega encarceló a los candidatos opositores. Incluso tuvieron la osadía de hacer eso pocas semanas antes de la elección presidencial que tuvimos acá. El Presidente Boric adoptó una posición crítica tanto entonces como ahora, y esa consecuencia hay que reconocérsela. Pero es una parte importante de su gobierno, su fuerza más decisiva y eficaz, la que sigue defendiendo un elenco notoriamente miserable de gobiernos.
-¿Cumple una figura como Ortega con los mínimos civilizatorios que enarbola la izquierda?
-Lo último que hizo fue cerrar la universidad de los jesuitas y liquidar la educación libre en su país. Creo que nadie honesto duda de que estamos ante una dictadura consumada.