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Aspirar a tener un Chile mejor

Fiestas Patrias nos une bajo la celebración de nuestros primeros pasos independentistas y es esa comunión la que debiera permanecer para sumar esfuerzos en pos del desarrollo. En estas Fiestas Patrias, recordemos que juntos somos más fuertes y que, trabajando en unidad, podemos superar cualquier desafío que se presente en nuestro camino hacia un Chile mejor.
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Cada 18 de septiembre, Chile se llena de alegría y orgullo al celebrar el aniversario de un evento crucial en su historia: la creación de la Primera Junta de Gobierno en 1810. Este acto marcó el inicio del camino hacia la independencia nacional de la opresión española que había durado más de tres siglos. Criollos y nativos se unieron en un esfuerzo conjunto para liberarse del yugo colonial.

Sin embargo, la naciente República no estuvo exenta de divisiones internas y ambiciones de poder. Diferentes corrientes luchaban por la independencia, cada una con su visión particular de lo que debería ser el futuro de Chile. Estas diferencias persistieron a lo largo de los años y, para algunos historiadores, aún se mantienen presentes en la sociedad chilena después de más de dos siglos.

Es crucial detenerse y reflexionar sobre el estado actual de nuestro país. A pesar de los avances y cambios significativos a lo largo de la historia, todavía enfrentamos desafíos en cuanto a la unidad y la búsqueda de un bien común. Chile requiere un nuevo camino, uno que priorice la unidad y las aspiraciones compartidas como objetivo central.

Las Fiestas Patrias nos brindan una oportunidad única para fortalecer la unidad. Es un momento en el que todos los chilenos, sin importar sus diferencias, se unen en un espíritu de hermandad para celebrar el país que amamos. Debemos aprovechar esta ocasión para mirarnos a los ojos y, con ese mismo sentimiento de unidad y hermandad, dejar atrás nuestras diferencias y trabajar juntos por un Chile mejor.

La historia de Chile está marcada por la valentía de aquellos que lucharon por la independencia y la libertad. Hoy, honramos su legado al comprometernos a construir un país más unido, justo y próspero para las generaciones futuras.

Memoria del nunca más

Francisco Javier Villegas , Escritor y profesor "Deberíamos palidecer cada vez que el Estado, o que alguien del Estado, disemina discriminaciones y abusos hacia el otro".
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La sensibilidad que me producen estos días viene desde que era un niño. Desde los relatos de campo cuando mi primo hermano Raúl tuvo que abandonar la carrera de agronomía, en septiembre de 1973. Y de escuchar su angustiante recorrido desde Talca al sur, hasta llegar a casa, en un periplo que duró varias semanas. Recuerdo que yo tenía siete años. También, recuerdo, la permanente búsqueda de trabajo, a fines de los años 70 y principios de los 80, de varios parientes que emigraron del campo a la ciudad, porque el panorama era desolador. Me acuerdo claramente de esos años tristes y difíciles. Veía, rumbo a clases, a los obreros hacer zanjas en las calles, al frio y con lluvia, para luego taparlas y volver a cavar y camiones militares por doquier.

Aunque más doloroso fue lo ocurrido con mis vecinos, también de zonas de campo sureño, los jóvenes hermanos Pérez Vargas: Carlos Freddy, Aldo Gonzalo, Mireya de Lourdes, Iván Renato y Dagoberto quienes fueron asesinados o hechos desaparecer por los órganos represivos de la dictadura militar, entre los años 1974 y 1976. Hoy, me pregunto ¿qué edad reflexiva tendrían, actualmente, y qué estarían haciendo cincuenta años después de ese tiempo, que era otro tiempo? ¿Por qué sus padres, la señora Otilia y don Osvaldo nunca pudieron tener verdad y justicia por sus hijos? Los jóvenes eran estudiantes universitarios y uno de ellos, incluso, fue puntaje nacional de la Prueba de Aptitud Académica.

Pero, no es fácil escribir de lo sucedido hace 50 años, aunque el lenguaje abra puertas a la razón y a la vida. No obstante, esa carga de significado filosófico existente, las nuevas generaciones son quienes deben saber lo que ocurrió para que no se nos olvide lo que eriza, todavía, nuestra sensibilidad azotada por tan inhumanas realidades que afectaron los derechos humanos, en toda su expresión, a muchos compatriotas. No olvidar que se suspendieron las garantías constitucionales, se disolvió el Congreso y se declaró estado de sitio en todo el país porque todo eso se convirtió en política de Estado. Tenemos que dejarnos alguna vez de frases tibias y dedicarnos a ubicar las justas palabras por tanta congoja. ¿Por qué se hizo desaparecer a cientos de personas solo por pensar distinto? ¿Por qué el Estado permitió que hubiera más de 50 mil informantes en todo el país en distintos reductos de todo el territorio? ¿Por qué en la región pasó la caravana de la muerte llevando un reguero de dolor y de sufrimientos a muchas personas? ¿Por qué el Estado hizo sufrir prisión política a cerca de 400 mil personas?

Que no se nos olvide que hubo en el país más de mil lugares que fueron espacio de tortura y que todavía existe una intensa e incansable búsqueda de los detenidos desaparecidos. Y que estos ya no solo deben ser buscados por sus familiares, sino que, también, por la gente si es que tenemos compromiso por la vida. Vivimos sobre la tierra, aunque las absurdas acciones de muchos nos recubrieron con indignidad y con una realidad de muerte que todavía es negada por algunos. Por obviedad, deberíamos palidecer cada vez que el Estado, o que alguien del Estado, disemina discriminaciones y abusos hacia el otro. Escribir estas palabras recordando y exigiendo justicia y verdad es pedirle a la inteligencia, que llevamos todos, el nombre exacto de las cosas. Aun así, con la conciencia dolorida, esta es una reflexión esperanzadora, a medio siglo de los aciagos hechos del once de septiembre de 1973, porque todo ser humano nos debe inspirar un sagrado respeto y una retribución de fraternidad y amor: que no se nos olvide jamás en Chile la memoria histórica de lo sucedido hace 50 años.

Una oportunidad para unirnos como país

"Es momento de escucharnos y construir un Chile más inclusivo y solidario".
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Las Fiestas Patrias son el reflejo del alma chilena, una pausa en el tiempo donde, a pesar de las diferencias y desafíos, nos encontramos en un abrazo colectivo, celebrando nuestra identidad y herencia. En momentos donde la desunión parece ser el eco de nuestras calles, el "18" emerge como un recordatorio de que, en esencia, todos compartimos un mismo latido, un mismo amor por esta tierra.

La bandera chilena, con su estrella solitaria y sus colores, es el símbolo de nuestra historia, de luchas y triunfos, esperanzas y sueños y de todo lo que hemos vivido juntos. Honrarla es honrar a cada chileno que ha dejado su huella en esta nación, es recordar que, a pesar de las adversidades, somos un pueblo unido y que nunca baja los brazos.

Ser chileno, o chilena, va más allá de haber nacido en esta tierra. Es sentir la emoción al escuchar las primeras notas del himno nacional, es la alegría de bailar una cueca, saborear un vaso de chicha y disfrutar el sabor inconfundible de una empanada recién hecha. Pero, sobre todo, ser chileno es reconocer que, en nuestra diversidad, está nuestra mayor fortaleza.

Mientras las fondas se llenan de risas y la cueca se baila con pasión, recordemos que todos los chilenos, sin importar de dónde vengan o lo que crean, son parte importante de nuestro país y futuro. Es momento de escucharnos y construir un Chile más inclusivo y solidario.

Que este "18" no sea solo una celebración, sino también una reflexión. Que nos inspire a ser mejores, a valorar nuestras raíces y a trabajar juntos por un futuro donde todos nos sintamos orgullosos de decir: ¡Viva Chile! ¡Felices Fiestas Patrias!

César Rebolledo

Gerente General de NewCapital