La catástrofe de 1991: testimonios del peor aluvión que azotó a Antofagasta
CONMEMORACIÓN. Testigos de aquella tragedia relataron los hechos más duros de la emergencia.
En Antofagasta se estaba llevando a cabo el plan "Catorce medidas para el desarrollo de Antofagasta" en el Teatro Municipal -proyecto que buscaba desplegar el futuro de la región y convertirla en una ciudad de futuro-, cuando se produjo el primer aviso de la naturaleza: un viento cálido golpeó los rostros de cada una de las autoridades y civiles al salir del teatro después de haber anunciado el ambicioso proyecto para la región. En las horas siguientes ningún antofagastino le dio importancia a esa extraña brisa -nunca llovía en el norte- y prefirieron irse a dormir tranquilos, sin saber lo que vendría.
La lluvia se intensificó en las primeras horas de la madrugada, el Cuartel General de Bomberos recibió a las 01:30 el primer llamado de una serie que llegaría a contabilizar 262 llamadas antes de las 13:30 horas del mismo día, según Ricardo Rabanal, historiador, profesor y cronista regional. Todo empeoró en la ciudad a las 1 de la madrugada. Desde las quebradas de Antofagasta, el barro se desprendió en un velocidad de 30 km/h y con hasta 2 metros de profundidad. Por la caída de 42 mm de agua en 4 horas, el barro formó una avalancha de toneladas de lodo, casas y automóviles.
El alud sepultó en minutos varios sectores y barrios de Antofagasta, pero también desplazó casi por completo la quebrada Baquedano y afectó a todo el sector céntrico de la ciudad. Un total de 700 viviendas quedaron completamente destruidas, mientras que otras 4.737 recibieron daños severos, damnificando a más de 21 mil antofagastinos.
La labor de bomberos
Sin embargo, el saldo de muertes por el aluvión fue lo que marcó la tragedia. "El segundo día después del aluvión, fue bastante doloroso, porque tuvimos que hacer el rescate de bastantes personas que ya estaban fallecidas", dijo Ivo Nikolic, Director Honorario del Cuerpo de Bomberos de Antofagasta.
"Fuimos enviados al sector de la costanera, donde había varias casas con gente adentro, completamente cubiertas de barro y lodo, y también tuvimos que empezar a rescatarlas. Lanzamos unas cuerdas para que las personas que estaban allí pudieran empezar a subir y poder disponer de ellas en un lugar seguro. Luego nos enviaron a otros sectores y llegamos a la calle Montevideo y Arauco, que ahora se llama Oviedo Cavada, y allí también había casas totalmente colapsadas con gente atrapada", relató.
En esas circunstancias, los bomberos solo podían avanzar a pie, encima de escombros, lodo y barro, con el temor de estar pisando incluso a personas sepultadas. En algunos casos, sin embargo, la ayuda colaborativa de los vecinos, hizo que muchas vidas se salvaran.
Fue el caso, describió Ivo Nikolic, de una niña que estaba acostada en la cama, sepultada por su propia casa, barro y lodo. "Se sentían gritos de una niñita que era de aproximadamente seis años. Entonces nosotros empezamos a sacar los escombros y el barro, y la encontramos en una habitación destruida".
"Al parecer, por la cantidad de agua y barro que había, la niñita estaba acostada, pero no se veía la cama, no se veía nada, lo único que se veía era su carita, que estaba llena de barro y ya estaba con hipotermia, así que inmediatamente procedimos a sacarla. De ahí, la subimos al carro con una manta que alguien nos dio y la llevamos al hospital. Felizmente pudimos rescatar a esta niña y mantenerla con vida", narró.
Civiles rescatistas
Por otro lado, hubo civiles que también se unieron a los rescates de personas. El relato de Jaime Alvarado, profesor y periodista que trabajó en El Mercurio de Antofagasta, cuenta con varias vidas salvadas y personas rescatadas.
El periodista recordó la oportunidad en que recogió en el centro de la ciudad a una mujer con su bebé, el cual tenía el brazo quemado. "También recogimos a una persona que estaba dentro del alud, y ahí esperamos hasta las 3 de la mañana porque la avalancha de barro no nos dejaba movilizarnos".
Sin embargo, Alvarado mencionó que su experiencia no fue completamente de un carácter heroico. De hecho, "como a las cuatro de la mañana, en la calle México con Arauco, encontré a niños que estaban muertos. Estaban ahí ahogados en barro. Los carabineros me permitieron que los llevara a la morgue; ahí, los mojaron para sacarles el barro y me impactó tanto, porque todos los niños estaban con sus pijamas".
De esta experiencia, el profesor Alvarado, ilustró un icónico panfleto que buscaba levantar los ánimos de los antofagastinos tras tal horrible catástrofe: "¡Vamos! Antofagasta mía… ¡Levántate!". Jaime explicó que había visto a "Antofagasta tan rota, tan destruida que me puse a dibujar de pura pena, y así nació esa frase. Lo pegue en una de las ventanas de mi jeep, y un amigo de acá, lo vio, y como tenía los recursos, sacó mil copias y se pegaron en las ventanas, vitrinas de todos los negocios y en las micros".
40 refugios municipales
Al menos 50 mil personas, a las 48 horas del desastre, estaban refugiadas en distintos establecimientos educacionales que funcionaban como refugios. "La corporación municipal contaba con 46 escuelas municipales, de las cuales unas 40 eran albergues, y el asilo no duró un par de días, sino meses: de junio a septiembre", detalló Ricardo Rabanal.
"Teníamos a un cuarto de la población albergada -200 mil personas en ese tiempo-, y sin agua por 15 días. Recién en octubre se construyó el campamento para los damnificados, un total de 98 casas construidas en donde actualmente está el Jumbo norte", dijo.
El apoyo de instituciones educativas, bomberos, carabineros, personal de salud y civiles, fue fundamental para enfrentar las consecuencias de la furia de la naturaleza de aquel 18 de junio de 1991.
Con el tiempo se ha reforzado y cosechado en la memoria colectiva de los antofagastinos, la tragedia que, afirma el profesor Ricardo Rabanal, no debe ser olvidado. "Necesitamos una bibliografía, un rescate, que estos hechos estén en las bibliotecas para que nadie olvide lo que ha acontecido en Antofagasta".