Feudalismo político
Dra. Francis Espinoza F. Académica UCN
A fines de 2020, el historiador y economista argentino Emilio Ocampo publicó el libro El Mito de la Industrialización Peronista, a través del cual se observa que la política (en este caso del país trasandino) promueve el feudalismo y las prácticas populistas. En un solo tweet, Ocampo entrega datos concretos de esta aseveración: "Hay 13 provincias con menos de 1 millón de habitantes. Representan un 16% de la población total y 15% del PIB, pero tienen 27% de los diputados, 54% del Senado y 33% de la coparticipación, que es el 80% de sus ingresos tributarios. El sistema promueve feudalismo en provincias y populismo a nivel nación" (ON 24, 30/03/2022).
Este mismo concepto de feudalismo se escuchó esta semana en los pasillos de la Convención Constituyente de parte de la co-coordinadora de la Comisión de Sistema Político, Rosa Catrileo, a raíz del rechazo del artículo sobre las Autonomías Territoriales Indígenas. Sus palabras textuales fueron: "Los señores feudales tienen miedo de perder sus feudos; resienten que nosotros, los indígenas, hoy estemos aquí, más preparados que nunca para defender nuestros derechos. Ya no nos engañan con los espejos y los brillos de hace 500 años" (Cooperativa.cl, 30/03/2022). En efecto, la propuesta de ley alcanzó mayoría simple, pero no los dos tercios necesarios para quedar en la nueva Carta Magna.
En múltiples oportunidades he pensado que este país no ha dejado atrás este sistema político, social y económico que se instituyó en Europa entre los siglos IX y XIII después de la caída del imperio Carolingio. Recordemos que a la muerte de Carlomagno, el debilitamiento del poder aristocrático hizo surgir la influencia de los nobles. A esto se debe sumar las invasiones bárbaras del siglo IX que mostraron la poca eficacia de la realeza para proteger a sus súbitos. Por ende, emergió la figura de un 'señor feudal', quien defendía a su comarca a cambio de la explotación de las tierras, y esto terminó por reemplazar a los reyes y reinas. Este modelo desarrolló una autarquía, es decir, el ejercicio del poder dentro del feudo a través de la realización de actividades económicas y sociales.
Si bien, hay diferencias sustantivas en el análisis político entre Ocampo y Catrileo respecto al concepto de feudalismo, ambos actores dan cuenta de la profunda inequidad existente en el ejercicio del poder y prácticas defectuosas de la mantención del status quo por parte de las elites que nos gobiernan. Claro, si hay cambios en la forma de concebir el país y su territorialidad, eso le parece peligroso a quienes han ostentado el poder por siglos. Como bien decía en una columna anterior, hace rato ya que la Convención Constituyente viene pisando 'callos' con sus declaraciones y la discusión de algunos proyectos de ley que están poniendo nerviosos a los grupos de poder ("Atolladeros Políticos", El Mercurio de Antofagasta, 13/02/2022).
Las prácticas de feudalismo también han sido observadas en el seno de los partidos políticos, sobre todo en Renovación Nacional y en sus prácticas de liderazgos fuertes, rayando en la violencia política. En su columna de opinión, German Silva Cuadra (El Mostrador, 29/06/2021), plantea que el estilo feudalista de Francisco Chahuán debiera estar muerto y enterrado de la política criolla, pues ya no se está en tiempos "cuando los partidos marcaban la pauta, sus parlamentarios seguían órdenes desde las cúpulas y los dos principales conglomerados -Alianza por Chile y la Concertación-se repartían el poder a su antojo…".
Aun cuando podríamos pensar, como el filósofo esloveno Slavok Zizek, que a veces las revoluciones se producen en los países equivocados (Mao. Sobre la Práctica y la Contradicción, 2007), la realidad de las últimas elecciones desde el Plebiscito en adelante nos muestra que la ciudadanía SI quiere cambios, independiente de la velocidad de éstos, pero no un estado eterno de inercia política. El Estado chileno debe hacerse cargo del conflicto histórico en el Wallmapu (o Araucanía), pero no sólo en devolución de tierras ancestrales, sino en cómo hace parte a las comunidades indígenas del país a la toma de decisiones, el ejercicio del poder, la visibilización en las agendas de gobernanza política y en la repartición de privilegios. Eso debiera ser un verdadero Estado Plurinacional, la democratización de los espacios de influencia significan el cambio real de una social democracia madura.
"Las prácticas de feudalismo también han sido observadas en el seno de los partidos políticos, sobre todo en Renovación Nacional y en sus prácticas de liderazgos fuertes, rayando en la violencia política".