¿Estamos unidos o no estamos unidos?
"Es preciso, urge, abandonar nuestra individualidad, dejar de practicar el individualismo, y ser más empáticos".
¿Leyeron bien el título? ¿Qué leyeron? ¿Debieron ajustarse los lentes, o volver al enunciado para cerciorarse?
¿Estamos unidos o no estamos unidos? ¿…? No pocas veces he establecido este juego verbal con mis circunstanciales estudiantes y he provocado desde ese juego variadas intervenciones, con más o menos fundamentos.
Vuelvo a la pregunta, ¿estamos unidos? Si el ánimo está bueno, y digo está, asegurándome de la transitoriedad del significado del verbo estar, es posible aseverar tímidamente que sí, pero,… lueguito se nos pasa ese estado y en plena caída, respondemos, ¡no! ¡No! ¡No estamos unidos!
Es que la pregunta involucra a un nosotros plural, que nos envuelve a todos, a dos, y más, muchos más, cientos, miles, decenas de miles, cientos de miles, millones, casi diecinueve millones, siempre incluyendo al yo, a quien habla. Diferente es el panorama si se trata de un nosotros dual, que solo involucra a dos, a un tú y un yo y, en este caso, quizás son más las oportunidades de que sí estemos unidos. Insisto, se trata solo de una transitoriedad, de estar unidos. Así, es más fácil la unidad de dos personas, que estén unidas dos personas.
Se entiende, ¿no es cierto?
Soy un convencido de que toda persona, así como es un ser individual o que somos seres individuales, el excesivo énfasis en sí mismos, en la construcción de su yo, casi exclusivo y excluyente a la vez (aprecien aquí que exagero un poco), ha llevado a la edificación de comunidades de individuos, de sujetos individuales, lo que se acerca más a un grupo, y lo que necesitamos hoy, pronto, es un equipo, es una comunidad de personas.
Es preciso, urge, abandonar nuestra individualidad, dejar de practicar el individualismo, y ser más empáticos, extendernos en el tú, en el prójimo. Si tan solo nos hiciéramos cargo, cada uno de nosotros, de un tú, que nos ocupemos de aliviar su estar, de procurar obtener en él una expresión diferente, no contraída, sino distendida, plena, con sus comisuras labiales venciendo la ley de gravedad, otros serían los signos. No se trata de hacer las cosas por él, sino como señalaba el cardenal Raúl Silva Henríquez: "Quiero un país donde reine la solidaridad. […] Creo que quienes poseen más riquezas deben apoyar y ayudar a quienes menos poseen. Creo que los más fuertes no pueden desentenderse de los más débiles. Y que los sabios deben responsabilizarse de los que permanecen en la ignorancia. La solidaridad es un imperativo urgente para nosotros. Chile debe desterrar los egoísmos y ambiciones para convertirse en una patria solidaria".
Está claro, ¿no?
Sueño con ese estadio, ya quisiera vivir en esa fase. Pasar, de un estado de desunión, a un estado de hermandad. O que de un estar desunidos pasemos a estar unidos, y no por causa de un terremoto o de aluviones. Insisto, lo óptimo, sería pasar de un estar unidos a ser unidos. En el verbo ser nos señala el imperio de un atributo permanente, ya no transitorio como el verbo estar.
En fin, buen propósito; mientras, se sueña, se imagina, se quiere, se expresa, se irradia, se comparte, se hermana, se enlaza, se busca, se edifica, se participa, se valora,...
Raúl Caamaño Matamala
Profesor Universidad Católica de Temuco