Uno tiene sus propias verdades respecto del libro y su magia; una de ellas tiene que ver con la necesidad de volver a él, urgentemente, porque nos estamos quedando solos en medio de tanta gente y de tanta tecnología. La posibilidad de crear mundos imaginarios a partir de las palabras ha cedido su lugar a la imagen y ésta parece resolverlo todo mientras la admiración por los relatos orales o escritos que tiñeron nuestra infancia, va en retirada.

Las palabras que se leen crean su propio universo; tengo en mente mi propio Oliveira, distinto a todos los de otros lectores, porque en el recorrido de sus andanzas su voz se encontró con la mía. Lo construí a partir de las palabras que resonaron en mis voces interiores. Si lo viera en la pantalla, alguna tristeza me embargaría, seguramente.

El libro es la mejor herramienta que se nos ha legado porque es el territorio de la palabra y en contacto con ella podemos crear, tender puentes, disentir, armar temas de conversación... explicar lo inexplicable, pedir perdón.

Mi libro es compañía y expectativa, con él y por él retomo páginas, huelo su tinta y marco pasajes que tal vez sean mirados con ternura por quienes lo acojan mañana. Mi libro instala en mí, voces interiores con las cuales me voy situando en el mundo.

Es preocupante saber que la dulce intimidad que requiere la lectura del libro elegido sea tan difícil de lograr en estos días en que las pantallas titilan permanentemente, los espacios que nos protegen del ruido son más escasos y los miedos ancestrales nos esperan más seguido. A pesar de todo, la maravillosa cita diaria con el libro nos lleva a buscar la página debida y a sumergirnos en ella sin que exista más nada.

Padres y profesores tenemos la hermosa responsabilidad de abrir las puertas adecuadas. Cada libro tiene un lector que sabe despertarle el alma y cada lector tiene un puente que le permite encontrarse con él.

Inmersos en ese mundo, no habrá miedos ni penas. Solo el recorrido lento por las páginas de un libro que, como tantos otros, nos devuelven la estatura humana.

Patricia Bennett R. Miembro de la Academia Chilena

de la Lengua