Nuevos desafíos para la salud
Los virus son una amenaza constante y lo serán cada vez más en el futuro. Por eso conviene prepararse para un desafío que no termina con esta pandemia. Otro estándar de hospitales, formación de profesionales, mejoramiento de modelos predictivos, fortalecimiento de la investigación y más educación son algunos retos ineludibles.
Debido a la pandemia, el Servicio de Salud (SSA) está estudiando la posibilidad concreta, casi cierta, podríamos decir, de incrementar permanentemente la cantidad de camas críticas en los hospitales de Antofagasta y Calama.
Hasta antes de la crisis, el parámetro era 6 camas críticas por cada 10 mil personas, y ahora lo que se propone es que sean al menos 12 camas críticas por cada cien mil personas, es decir, el doble, asunto que ya ha sido conversado con el Ministerio de Salud.
Son varias las razones para considerar que se trata de una decisión lógica y acertada.
Existe consenso en que las pandemias serán amenazas cada vez más frecuentes para la humanidad debido a múltiples factores, como la mala relación del ser humano con el medio ambiente, la sobrepoblación mundial, el cambio climático, la deforestación, la experimentación, y por supuesto, las enormes facilidades que hoy existen para moverse en el planeta, lo que permite a un hipotético virus surgido en Pekín, China, estar en Santiago de Chile en 36 horas.
Las propias características de los virus los hacen enemigos formidables, pues en las condiciones adecuadas, pueden combinarse, mutar, especializarse y hacerse más peligrosos, para vulnerar las barreras que les vamos poniendo.
La pandemia que nos afecta hace más de un año es una demostración del peligro que representan estos diminutos patógenos, de los cuales hasta hace un año nos sentíamos relativamente a salvo.
En este contexto, parece prudente y necesario que la red sanitaria nacional se prepare y mantenga cierta capacidad instalada, que permita responder más rápido a éstas u otras emergencias.
Pero no solo los hospitales deben adaptarse. El desafío es mucho mayor y más profundo: formación de profesionales y técnicos, mejoramiento de modelos predictivos, fortalecimiento de las redes de investigación, cooperación internacional, y por supuesto, un plan robusto de educación son otras de las exigencias que nos dejará esta pandemia.
Porque si algo nos ha dejado claro lo vivido este último año es que somos seres frágiles, que vivimos en un mundo que se salió de equilibrio.