Precio del cobre
El metal rojo tiene un enorme futuro, porque es parte fundamental del desarrollo tecnológico que seguirá experimentando el planeta. Para nuestra región el desafío es trabajar para que este ciclo de precios sea de beneficio para el territorio, una zona que ha mejorado sus indicadores, pero también presenta enormes déficits.
El precio de la libra de cobre ha escalado insospechadamente por sobre los 4 dólares, un indicador no proyectado por analistas o empresas. El fenómeno se explica fundamentalmente por la demanda China, los reducidos stocks, el avance de la electromovilidad y las complicaciones de la pandemia de coronavirus.
No es primera vez que el sector se beneficia por una situación similar. Ya hacia finales de la primera década de este siglo la industria consiguió precios récord, empujados por la enorme compra de metal rojo por parte del gigante asiático. Ello implicó una transformación de la actividad que pudo desarrollar varios yacimientos impensables por la calidad y que en otro momento habría sido imposible de implementar.
Es difícil anticipar si el fenómeno actual repercutirá de la misma manera, pero sin duda acarreará beneficios para las compañías, sus accionistas y el Estado de Chile que recibirá una mayor cantidad de impuestos por este boom.
Pero el asunto también abre discusiones. Por lo pronto se ha sabido del interés de varios sectores políticos por incrementar los tributos que pagan las productoras, mientras otros apuestan a mantener el status que, en espera de la discusión constitucional y a sabiendas de que los ciclos de precio registran vaivenes. Ciertamente no será este el valor permanente por los próximos años; debemos recordar que recién hace dos o tres ejercicios el precio bajo incluso desde los 2 dólares la libra.
Para nuestra región el desafío es trabajar para que este nuevo súper ciclo sea de beneficio para el territorio, una zona que ha mejorado sus indicadores, por cierto gracias al industria cuprífera, pero también con enormes déficits por todos conocidos: falta de viviendas, malos resultados en educación y salud y una deficiente percepción de los habitantes respecto de la calidad de vida que ofrecen sus ciudades. Si aquello no es corregido, la paz social se altera y con ello corren riesgo todo tipo de inversiones.
Por cierto se trata de tareas que deben ser abordadas por lo público, no obstante ya parece meridianamente claro que el territorio debe buscar un nuevo trato con los actores aquí presentes; es por ello que la minería debe colaborar más en el desarrollo equilibrado de la región que la acoge, obviar aquel punto sólo terminará en un empeoramiento de las condiciones y una sensación de menoscabo muy peligrosa.