Periodismo constituyente
Una situación bochornosa, por decirlo diplomáticamente, ocurrió esta semana en un canal nacional de televisión donde un 'carcamán' de la política añeja (Carlos Larraín) amenazó a un grupo de periodistas de 'apretar un botoncito' para salir de escena frente a preguntas que incomodaron la 'delicada piel' de un animal político como aquél. Tal cual la película Dr. Insólito o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba (1964) de Stanley Kubrick, la amenaza de activar un dispositivo podría provocar una 'Tercera Guerra Mundial'. Y como todo orden de cosas donde la violencia pasiva y activa muchas veces inmoviliza y silencia a la gente, pero cuyo resultado no es el esperado, pasó nada, no se acabó el mundo. Esa breve entrevista 'en exclusiva' nos dio la razón a quienes votamos y apostamos por un cambio de la vieja política a la política ciudadana.
Entonces, me quedé pensando en que Chile no es el mismo post 18/O y todas las instituciones deben ser capaces de hacer un mea culpa y renovarse frente a este país distinto que estamos viviendo. Desde la teoría francesa, Louis Althusser (1970) asevera que los medios de comunicación son aparatos ideológicos del Estado; por su parte, la Escuela de Fráncfort plantea que los medios generan una opinión pública servil y están al servicio del poder económico, y la visión canadiense (René Jean Ravault, 1980) habla de un/a receptor/a activo/a, inteligente y creador/a de sentido. Por ende, se hace necesario hacer una mirada crítica del periodismo chileno y los medios tradicionales de comunicación en el contexto de la pandemia y del proceso constituyente.
Siempre he pensado que los medios en Chile son demasiado funcionalistas, la influencia neoliberal estadounidense en dictadura no sólo permeó nuestro sistema económico, sino que encontró un gran aliado en la prensa de derecha sobre todo. Sin embargo, los gobiernos democráticos tampoco cambiaron el 'switch', y hasta la izquierda se convirtió en complaciente a los deseos de los poderosos, quienes fueron acrecentando su poder económico y político en el país. Y hoy nos enfrentamos a estos 'leviatanes' que pondrán toda su fuerza para seguir con un gatopardismo donde las cosas cambien para que nada cambie. Si cambia la cartografía del poder, se perderán los privilegios que no están dispuestos a compartir, como sugería amablemente la Primera Dama al principio del estallido social.
Dos días después, en ese mismo canal, se reunió un selecto grupo de periodistas discutiendo sobre las prácticas contemporáneas de la profesión en Chile, pues gracias a las Redes Sociales, e inclusive antes, todo el mundo se cree periodista sin entender siquiera la lógica de la noticiabilidad (noticia). Un aspecto fundamental que se abordó es que el periodismo no puede ser ya un ejercicio servil al poder, y que las entrevistas y programas 'pauteados' ya no caben en la lógica de un manejo contemporáneo de la información. Tampoco se puede pensar que los/as periodistas son la noticia, y menos que un medio tiene la capacidad para cambiar los destinos en la toma de decisiones de una organización, ciudad o país. Los medios y periodistas somos la 'sutura del pacto social', y debemos defender el ejercicio ciudadano; en caso contrario nos convertiríamos como decía Donald Trump en 'enemigos del pueblo'.
La periodista María Olivia Monckeberg nos recordaba que frente a tanta candidatura constituyente, el periodismo debe fiscalizar no sólo las elecciones de los/as candidatos/as, sino que tiene que estar ENCIMA de todo el proceso, para que de una vez por todas se balanceen las cartografías del poder, y los histerismos por perder los privilegios no atenten contra la libertad de expresión y el ejercicio transparente y responsable de un periodismo constituyente.