Huellas y animales (I)
"El territorio valdría solo si algunos se lo "adueñan", lo marcan, lo viven, lo "expresan". No hay territorio si no hay simbiosis, fusión". Cristian Zamorano Guzmán, Doctor en Ciencias Políticas
Mayvonne Le Berre, reconocida geógrafa, define el concepto de "Territorio" como una porción de la superficie terrestre de la cual un grupo social se adueña para asegurar su sostenibilidad, su reproducción y por ende la satisfacción de sus necesidades vitales. Prolongando esta definición de "territorio", el filósofo Gilles Deleuze y el psicoanalista Félix Guattari van a introducir el concepto de "territorialidad" ¿Qué significa este último?
Partamos por su origen. Al observar a ciertos pacientes esquizofrénicos y autistas en la clínica donde trabajaba, F. Guattari pudo notar, durante los paseos cotidianos en los institutos donde eran tratados, que estos últimos al no poder hablar ni comunicarse, "marcaban" un determinado territorio haciendo y repitiendo siempre el mismo recorrido durante sus caminatas, en unas especies de idas y vueltas permanentes que se traducían concretamente a través de la aplicación reiterada de un idéntico esquema de trayecto. Por el intermedio de esa modalidad, los pacientes a través de las rutas y caminos que diariamente recorrían, trataban de delimitar un territorio, protagonizando un intento de tomar o recuperar la posesión y control del lugar en el cual ellos evolucionaban. Obviamente, este proceso de intento de recuperación del espacio, acá descrito, ocurría en un nivel que era más del orden de lo simbólico que de lo efectivo.
Inspirándose de estas observaciones, G. Deleuze escribirá en 1980: "el territorio es en realidad una acción que afecta los ambientes y los ritmos que 'territorializan' a este mismo. El territorio es producto de una 'territorialización' de los ambientes y ritmos. Resulta lo mismo preguntarse ¿cuándo asistimos a una "territorialización" de los ambientes y ritmos?; que preguntarse ¿cuál es la diferencia entre un animal sin y un animal con territorio?. (...) Precisamente, se debe saber que hay territorio solo cuando los componentes de dicho lugar dejan de ser direccionales para volverse dimensionales, cuando estos últimos dejan de ser funcionales para volverse expresivos".
Aplicando este prisma a Antofagasta, forzoso es constatar que desde ya numerosas décadas, este proceso voluntario de "territorialización" ha sido en gran parte abandonado. Ese imprescindible conjunto de acciones que emanan a su vez de un conjunto de actores que le entrega significado al territorio, son muchos más escasos y menos estructurados que en un tiempo pasado y cuando paradójicamente los recursos eran menores. Y los ejemplos que ilustran aquello son muy numerosos. Desde la vigencia, que ya no es, de una Escuela Normal en la ciudad (creación de patrimonio educativo, cultural y simbólico) pasando por las recordadas obras sociales fruto de grandes nombres de la zona que ya no son, para llegar a la escasez de obras concretas, como la construcción de una municipalidad, que no se repiten desafortunadamente lo suficiente (representación patrimonial de territorio), etc. Si no se hace una honesta introspección por parte de los actores involucrados que reconozca la clara repetición de acciones y políticas que son por lo esencial meramente funcionales y no funcionalistas, por lo demás solo en beneficio de algunos, y que no son para nada expresivas de una pertenencia, de una valorización y optimización de lo que es esta franja de tierra nortina, acá simplemente no habrá "territorio". Hoy, simplemente hay discursos y "proyectos de proyectos". De nada sirven los récords de extracción, las cifras macro económicas azules, los nombramientos de gente oriundas de la ciudad en los puestos de ministro y subsecretario de Minería, si la mayoría de estos hechos no se "territorializán". Y hoy, Antofagasta, en numerosos aspectos, parece una ciudad "des-territorializada". Es decir, somos por los que vivimos en esta zona, y según la semántica de Deleuze y Guatarri, "animales sin territorio".