Familias migrantes: entre vivir en la calle o volver a un país destrozado
DRAMA. Tras ingresar irregularmente al país, la mayoría no logra conseguir trabajo y se ven obligados a pernoctar en la calle. Un número importante de ellos son venezolanos.
Nangely (32), su esposo y sus cinco hijos (3, 7, 8, 11 y 17) cumplieron ayer cuatro semanas durmiendo en el bandejón central de avenida Balmaceda, frente al Club de Yates. En este lugar, esta familia venezolana instaló cuatro carpas para refugiarse por las noches, ya que durante el día recorren el centro de la ciudad vendiendo mascarillas, pulseras y gorros de lana que ella misma confecciona.
A Chile llegaron luego de un año de travesía por distintos países sudamericanos escapando de la compleja situación social, política y económica que aqueja al pueblo venezolano. Incluso, Nangely asegura que prefiere vivir en la calle antes que volver a su país. "En Venezuela la vida está muy dura. Mi papá se murió hace cuatro meses porque no había dinero para comprar la medicina para su diabetes. Por eso muchos venezolanos preferimos arriesgarnos y salir a buscar una mejor oportunidad de vida", comentó.
Como la mayoría de los inmigrantes que han ingresado de forma irregular al país, está familia lo hizo a pie desde Bolivia ocultándose dos días en el desierto antes de cruzar a territorio nacional por Colchane. "Hemos pasado por casi todos los países, sólo nos faltó Uruguay, Paraguay y Brasil. Nuestro objetivo es llegar a Punta Arenas donde tenemos familiares, por eso estamos tratando de reunir la mayor cantidad para poder seguir viajando", explicó la mujer oriunda de Cumaná, ciudad venezolana del oriente del país.
Por ahora esta familia ha hecho de este campamento emplazado en pleno barrio histórico, su hogar. En este lugar cocinan, se duchan y duermen. Incluso, acogieron a una compatriota que hace un par de días dio a luz y hoy se encuentra en recuperación en el Hospital Regional.
"La gente piensa que no queremos trabajar. Lamentablemente todos los que entramos de forma ilegal no podemos trabajar porque no tenemos papeles y la multa es muy grande. Mi esposo es mecánico y le han ofrecido trabajo pero nadie se va a arriesgar a contratar a alguien que no está en regla. Por eso ahorita estamos viviendo en la calle hasta encontrar algo mejor", manifestó.
El número de personas viviendo en carpas se ha visto incrementado durante este año en la comuna. Si antes era común ver solo a gente con problemas de adicciones pernoctando en esta condición, hoy son familias completas, particularmente inmigrantes, las que viven en situación de calle.
Solidaridad
A solo unos metros del campamento de Nangely asoma otro grupo de personas viviendo en la misma condición. Son al menos unas 15 carpas las que se extienden por todo el bandejón central. Andreina lleva ya seis meses durmiendo en la calle junto a su pequeña de 2 años y su cuñada. Esta mujer venezolana cuenta que llegó con lo puesto a Antofagasta y que gracias a la caridad de las personas ha logrado mantenerse en pie. Incluso, señala que lo poco que gana vendiendo chupetes y chocolates, gran parte de ese dinero lo envía a Venezuela para su hija de 10 años quien quedó al cuidado de sus abuelos.
"Allá es difícil. Imagínese que el sueldo son cuatro dólares mensuales. Con ese dinero le alcanza para dos kilos de harina y nada más. Gracias a Dios nos hemos topado con pura gente buena en este país. Si no fuera por ellos no estaríamos aquí. Volver a Venezuela es lo último que uno piensa ahorita", aseguró Andreina.
Viviendo en la calle esta mujer señala que ha encontrado una segunda familia. Relata que todos los días se organizan para comer y cuidarse unos a otros, especialmente si se trata de menores de edad, quienes están más expuestos a los peligros de la calle.
"La gente de la calle es muy solidaria, siempre nos estamos ayudando con lo que podemos. Si no hay para comer nos la rebuscamos de cualquier forma para que a los niños no les falte el pan. Nadie está por gusto en la calle pero es lo que nos toca por ahora", apuntó.
Andreina sostiene que se les hace muy difícil acceder al arriendo de una habitación, ya que deben pagar entre 10 y 12 mil pesos por noche, por eso la calle surge como la opción más conveniente ante la precariedad económica que los aqueja.
"Hay que arroparse hasta donde la cobija nos alcance mientras tanto. Cuando salí de m i país sabía que no sería fácil pero no queda de otra. La crisis que se vive allá en Venezuela es muy grande", declaró.