La ética, el otro derrumbe
No vale la pena lamentarse mucho, sino comenzar una reconstrucción que debiera partir por aceptar que el respeto al otro siempre debe ser una prioridad. No hay ninguna organización donde sucesivos escándalos no hayan golpeado las puertas: partidos, empresas, el gobierno, la Iglesia, entre otras. Recuperar confianza no será nada sencillo.
Chile ha sido reconocido la mayor parte de su tiempo como una nación con gente amable, trabajadora y honesta. Estos han sido uno de los grandes sellos y ha sido un orgullo teniendo presente que muchos países cargan con cuestionables adjetivos.
Pero esa imagen de un país alejado de los excesos o poco corrupto se ha extraviado progresivamente, mientras se conocen hechos delictivos en gran parte de la sociedad. Empresarios que se coludieron para ganar más dinero con los medicamentos, con el papel higiénico, partidos que fueron financiados por poderes económicos, instituciones de las FF.AA. que cometieron fraudes con recursos públicos, entre otros.
Hoy conocimos que 437 mil chilenos mintieron para obtener un bono estatal, entre los cuales hay unos 37 mil funcionarios públicos (no habría de Antofagasta, debe decirse), en un hecho que sin ser homologable a los anteriores, parece bastante revelador de la laxitud con que lo correcto y lo ético es abordado por personas y organizaciones.
¿Qué le ha pasado al país y a los chilenos? ¿Puede ser este el resultado de colocar al dinero y el éxito económico como el objetivo principal de la vida?
Según el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2018, publicado por Transparency International, Chile ha tenido un desempeño deficiente en los últimos años. En 2018 descendió un puesto, pasando del 26 al 27 (en lo que fue el cuarto retroceso consecutivo desde 2014) y se recuperó el año pasado al regresar al 26, manteniendo 67 puntos de un total de 100.
Los rankings internacionales no son demoledores; sin embargo el problema existe y cada cierto tiempo, un nuevo escándalo nos recuerda que el deterioro del comportamiento es real, porque para muchos, todo vale con tal de conseguir sus objetivos.
Lo bueno es que nos sorprendemos, lo malo es que hacemos poco. El alto individualismo y el valor que asignamos al éxito y el dinero, cierta destrucción del tejido social y un relajamiento del autocontrol, están haciendo mella y estas pueden ser una de las tantas pruebas.
Hacerlas explícitas y querer un cambio es tan posible, como necesario.