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Trabajo local coordinado

En un momento cargado de desesperanza, no es el momento de flaquear, sino de darle una oportunidad a la confianza y seguir trabajando. A esta altura ya debiéramos tener claro que el grueso de los problemas de nuestra región pasará por la coordinación entre los actores locales. Nuestra zona está plena de buenas oportunidades.
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La conclusión de que a la Región de Antofagasta le irá mejor si consigue elaborar un plan de desarrollo, escuchar las demandas ciudadanas y tomar conciencia de que debe asumir un liderazgo para enfrentar las dificultades, parece obvia, pero no siempre es así.

Pero tenemos buenos ejemplos de que aquello es posible, cuando esto se toma en serio y se deja a las personas en el centro de la toma de decisiones.

El más reciente es la ejecución del Parque Borde Costero Antofagasta, una iniciativa inédita en Chile de articulación urbana, de colaboración multisectorial - público-social-privada-, donde concurren esfuerzos y recursos públicos sectoriales, regionales, municipales y del sector privado.

Es indudable que uno de los grandes déficit de nuestras ciudades es la cifra de áreas verdes. El indicador oficial sostiene, por ejemplo, que la capital regional tiene apenas 2,6 metros cuadrados de áreas verdes por persona, muy lejos de los 9 metros que recomienda la Organización Mundial de la Salud.

A mayor abundamiento, el Barómetro 2020 identificó que los habitantes de la región reclaman la construcción de parques, plazas, es decir, bienes de uso público.

Ta como lo citó Creo Antofagasta, la mayoría de estos desafíos urbanos requieren por sobre todo convicción y una articulación permanente de las instituciones clave y la integración temprana de la ciudadanía y sus organizaciones, tanto en el diseño como durante la implementación de los espacios. Por ello es encomiable la labor del Gobierno Regional, los ministerios de Obras Públicas, de Vivienda y Urbanismo y la Municipalidad de Antofagasta, de trabajar junto a la sociedad civil y la empresa privada para enfrentar unidos esta enorme tarea en beneficio de la calidad de vida de las y los antofagastinos.

A esta altura ya debiéramos tener claro que el grueso de los problemas de nuestra región pasará por la coordinación entre los actores locales. Pretender que desde el centro se solucionen las dificultades es una quimera y pura ilusión.

Los actores principales del éxito del territorio, son primero quienes viven aquí.

El Ministerio de Educación tiene el foco perdido

"El impacto del covid-19 traerá consigo un cambio profundo en el desarrollo de nuestra sociedad". Jorge Lawrence, Abogado y presidente de Copanor
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Las crisis presentan oportunidades y la del covid-19 no es la excepción. Sin embargo, vemos con decepción como el Ministerio de Educación está desaprovechando la oportunidad histórica de repensar la educación para los próximos 50 años. Se ha renunciado a liderar un debate transversal que nos lleve a rediseñar el modelo chileno, ajustándolo a los desafíos de adaptabilidad que representa la sociedad digital.

Son muchas las preguntas en el nuevo contexto: ¿Qué entendemos por "Educación de Calidad"? ¿Qué habilidades potenciaremos en los estudiantes? ¿Seguiremos enseñando un currículum diseñado el siglo pasado o nos centraremos en el desarrollo de habilidades y competencias para la nueva era? ¿Fomentaremos el pensamiento crítico o la memorización de contenidos? ¿Estamos formando docentes con herramientas para enseñar a Millennials y Centennials? ¿Y, cómo financiaremos el sistema? ¿Seguiremos con la lógica anacrónica de "subvención por asistencia"? ¿Resultan aplicables a la realidad del año 2020, los principios orientadores de la Jornada Escolar Completa diseñada en los años 90? Por otra parte ¿Qué experiencias de la enseñanza remota, digital o virtual, debieran formar parte permanente de la didáctica post pandemia?

Estamos ante una oportunidad histórica. El Ministerio debe asumir el liderazgo que la hora presente exige y que hasta ahora ha eludido, para discutir la forma de adaptar el Sistema Educacional Chileno a la sociedad digital del siglo XXI. Ese es el gran debate que el Ministerio de Educación debiera estar liderando estos días, en vez de concentrar sus energías en discursos repetitivos y monótonos sobre el pronto retorno a clases. No es aceptable esta miopía histórica.

Nadie discute que las clases presenciales son indispensables para un buen desarrollo escolar, pero no podemos minimizar el inmenso aporte y los desafíos que nos impone la enseñanza remota. Se ha dicho que la educación a distancia aumenta las inequidades del sistema, por diversos factores, principalmente asociados al acceso a internet. Pues bien, cabe preguntarse: ¿qué iniciativas de largo plazo está impulsando el Ministerio de Educación para disminuir tales inequidades? Por ejemplo, ¿no podría el Mineduc entregar a todos los estudiantes del sistema, un tablet con acceso a internet, con todos los textos de estudios precargados en ella?

Todo hace suponer que el Ministerio de Educación mira la crisis actual como un paréntesis, confiando que las cosas volverán a ser como en 2019. Esa lectura constituye un profundo error. El paradigma socio-educativo cambió y la nueva forma de educar llegó para quedarse.

El impacto del covid-19 traerá consigo un cambio profundo en el desarrollo de nuestra sociedad, de nuestra cultura, de nuestra economía, de nuestra rutina diaria y, por cierto, del sistema educacional, no sólo de Chile sino del mundo. Por eso, urge anticiparse a los tiempos y repensar nuestro sistema educacional para las próximas décadas. De este debate dependerá el futuro del país. La estatura de las autoridades se mide por su capacidad de mirar el país en el largo plazo, más allá de la punta de sus zapatos. Hacemos un llamado a alzar la mirada. ¡Urge hacerlo!

Ya no es predominio, es dominio

"Los algoritmos sí pueden ayudar, sí pueden ayudarnos, pero no pueden, no deben asumir nuestra identidad". Raúl Caamaño Matamala, Profesor Universidad Católica de Temuco
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Una de las principales amenazas de la humanidad o del humanismo son los algoritmos. Nos dominan ya, más, mucho más, de lo que creemos, de lo que pensamos, o de lo que sabemos.

Los macrodatos permean todo, lo que dices, lo que escribes, lo que haces, lo que comes, tus viajes, tus gustos, tus lecturas, lo que ves, quiénes son tus amigos, por cierto, tus orígenes, tu desarrollo, tu crecimiento, dónde vives, con quiénes vives, cuál es tu ruta diaria, el vehículo que tienes, si echaste combustible a tu vehículo, cómo cancelaste, la trazabilidad del producto que adquiriste por vía electrónica, qué estudias, lo que lees, cuál fue la última película que viste, y… ya casi saben cuál es la que vas a ver a continuación,… Netflix, Facebook, Google, Amazon, Youtube, Spotify, Twitter, y quizás cuántos más lo saben.

Ellos saben mucho de nosotros, saben más que lo que nosotros querríamos evidenciar de modo natural, espontáneo o libremente. Cualquier acción, la más sencilla de nuestro cotidiano vivir es dato, es un abono, es retroalimentación a una gran y misteriosa base de datos. Y sin quererlo nosotros, los próximos pasos ya han quedado delineados, trazados.

Si dices sí, esa sencilla afirmación, corre por venas y vericuetos que ni siquiera imaginamos; si dices no, es la misma cuestión, igual sucede con tu silencio. No solo se entera un eventual receptor, lector cuya identidad sí conocemos, es Marcelo o Marcela. Ahora se da el caso que no solo Marcelo o Marcela conoce la respuesta, son muchos, muchos más quienes saben.

Ojo, no es delirio, no es asomo de persecución, es la realidad, la de poco más de treinta años, asumo. La tecnología, los aparatos electrónicos facilitan nuestras comunicaciones, prestan mucha ayuda en los estudios, proporcionan información al instante, ayudan de manera increíble en muchos procesos, proveen entretención a todos, ya no importa donde estés. Si buscas un dato, los apoyos tecnológicos intencionan o proyectan acertadamente esa búsqueda.

Los datos del pasado, los datos del presente, según fórmulas secretas, y no tan secretas, nos adelantan el camino, el devenir.

La tecnología ha alcanzado tal desarrollo que se ha apartado de la persona. Los algoritmos sí pueden ayudar, sí pueden ayudarnos, pero no pueden, no deben asumir nuestra identidad, tampoco consumir nuestra personalidad. El desarrollo de la inteligencia no debe atrapar la conciencia.

Es bueno advertir lo que sucede, es bueno darnos cuenta, y actuar en consecuencia.

Es mejor que sea solo predominio, no dominio.