Paro camionero y violencia en el sur
Una cosa son los hechos delictivos -graves, por cierto-, pero hay una dimensión política irrefutable y compleja que la autoridad no parece comprender. El gremio transportista es uno de los más golpeados por este fenómeno, que es más profundo que meramente delictivo. ¿Qué dicen las forestales y autoridades locales al respecto?
Es muy probable que para la mayoría de la población nacional, el paro camionero resulte incomprensible considerando el momento que vive el país. A propósito de este hecho, puede especularse con algunos efectos, muchos de los cuales ya podían advertirse.
Primero debe reconocerse que la posibilidad de ejecutar una protesta -ilegal- como esta era plausible, teniendo presente los hechos de violencia que vienen sufriendo familias y transportistas en la Región de La Araucanía y la Provincia de Arauco, Región del Biobío. Durante años hemos presenciado estos hechos, los cuales solo han sido abordados desde lo punitivo, desconociendo la dimensión cultural y política.
Indudablemente -y esto ya debiera estar claro tras 25 años de actos de distinta envergadura- tal dimensión, la política, debiera estar clara para cualquier persona y autoridad.
Pero no lo está.
Una segunda derivación es que las posibilidades de que el conflicto salga del territorio en que hasta hoy se ha desarrollado, son crecientes. Hoy lo vemos en la sumatoria de gremios adhiriendo al reclamo y mañana podría observarse en planos algo más complicados. No es la imagen de La Araucanía la que está en juego, sino de todo el país. La no solución del conflicto es un problema mayúsculo con derivaciones para toda la nación.
Y un tercer elemento es la incapacidad del Estado para mantener la seguridad y la paz social y peor aún, la impericia para alcanzar acuerdos básicos, responsabilidad que recae sobre distintos gobiernos. Los pueblos originarios son un tesoro vivo que debe ser respetado y resguardado, ciertamente bajo el imperio de la ley, pero debe reconocerse más que un matiz.
El problema es que el respeto a las reglas parece cada vez más escaso, lo que es tanto el resultado de un relajo del ciudadano frente a una autoridad que parece no reconocer, como la incapacidad de la estructura para hacerse respetar por su propia investidura.
Si hay algo que la sociedad nacional debiera entender mejor es que la eficiencia de un sistema con un menguante respaldo simbólico es cada vez más evidente y lo que pasa allá en el sur, puede tener efectos mucho más al norte de las riberas del río Biobío.