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Trump asegura que huracán Laura fue peor que Katrina

DESASTRE. Visitó Luisiana, donde murieron 15 personas y están sin agua debido al fenómeno.
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El poderoso huracán Laura dejó al menos 15 fallecidos a su paso por Estados Unidos, mientras que miles de residentes de Luisiana y Texas se quedaron sin electricidad y agua.

Las autoridades locales atribuyeron la mitad de los decesos a envenenamiento por monóxido de carbono por mal estado de generadores de electricidad dentro de las viviendas. El gobernador de Luisiana, el demócrata John Bel Edwards, aseguró que Laura es el huracán que ha golpeado con más fuerza al estado en toda su historia, lo que significa que supera el impacto de Katrina, que en 2005 pasó por Luisiana como una tormenta de categoría 3. Edwards explicó que el huracán Laura dejó inundaciones de hasta 4,5 metros de altura.

Durante la tarde de ayer, Trump llegó a Lake Charles, en Luisiana, donde visitó un almacén donde se organizan suministros para distribuir a los damnificados que dejó el huracán. "Estoy aquí para apoyar a la buena gente de Luisiana, es un gran estado para mí, tenemos una muy buena relación por eso era importante que yo estuviera aquí", dijo Trump durante una improvisada rueda de prensa en la que agradeció a los presentes movilizar rápidamente las labores de ayuda.

Sin agua ni luz

El mandatario, que lució un intenso gorro rojo con la abreviación "USA", estuvo de acuerdo en que este huracán fue más potente que Katrina. "Ya pude conocer algunas de las personas que quedaron devastadas por este tremendamente poderoso huracán y diría que fue peor que Katrina. Tenemos que cuidar a Luisiana y Texas, aunque Texas tuvo un poco más de suerte", dijo Trump.

El Departamento de Salud de Luisiana estima que más de 220.000 personas están sin agua y avisó que la restauración de ese servicio puede llevar meses, mientras que la reconstrucción completa de los edificios dañados podría prolongarse años. Mientras tanto, la web especializada Poweroutage estima que 412.000 personas están sin electricidad en Luisiana y 79.700 no tienen servicio eléctrico en Texas, donde el huracán provocó menos estragos entre los ciudadanos, pero ocasionó el cierre de petroleras y una reducción del 84% de la extracción de crudo en el Golfo de México.

¿Volver a la "nueva normalidad"?

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¿Alguien duda que nuestra vida postpandemia va a ser muy diferente que la previa? Ante la agresión de un virus implacable, del cual no conocíamos nada y contra el cual carecíamos de herramientas para combatirlo, nuestra estrategia fue simple: escondernos.

Es un sistema muy eficiente, pero con "costos colaterales" que gradualmente hemos identificado.

Desde lo sanitario, el temor al contagio ha implicado un descenso de 60% a 70% de las atenciones médicas no urgentes. Esto implica dejar de controlar las enfermedades que son potencialmente fatales derivadas de la hipertensión arterial, diabetes o cáncer.

Adicionalmente, la cuarentena, al limitar el ámbito de la actividad física, también ha causado un aumento de peso, consecuencias desfavorables en la salud mental y daño en la salud de los adultos mayores.

Desde el punto de vista educacional, se advierte un detrimento a corto plazo, que va a dejar a una o varias generaciones con un importante déficit de maduración y de conocimientos. Este drama afectará mayormente a la población más vulnerable, con menos acceso a tecnologías que permiten paliar en parte el déficit de presencia física en las aulas.

En lo económico, enfrentaremos la dramática situación de más de 2.500.000 personas que han perdido sus trabajos, un tsunami económico que fue previsto y desgraciadamente menospreciado por muchos.

Nos hemos ilusionado con una "solución": la vacuna. Pero hay muchas incógnitas al respecto.

Sabemos que hay seis vacunas, recién estamos testeando para saber si son eficientes y todavía no sabemos si, para lograrlo, requeriremos de una o dos dosis. Llegar a esa etapa no resuelve el problema. Una vez certificada la eficacia se requieren varios meses para la manufactura de unos cuatro a cinco mil millones de dosis, o quizás el doble, para ser distribuidas por todo el mundo y lograr una cobertura del 60% de la población. La tarea es extremadamente compleja en lo operacional, incluso si se logra convencer a los grupos "antivacunas". Por lo tanto, lo razonable es pensar que antes de dos años es poco probable que podamos dar por superada la amenaza del covid-19.

Ante esta situación, es absurdo pretender continuar escondidos: los costos descritos son intolerables. En un plazo largo, por lo tanto, lo sensato es iniciar la búsqueda sistemática de retornos a la actividad en un ambiente de "nueva normalidad" que requerirá algunas reglas generales: distanciamiento físico, uso de mascarillas, lavado de manos frecuente, pero también múltiples ensayos-errores específicos para distintas situaciones, en los cuales muchas veces nos equivocaremos, debiendo sufrir dolorosos retrocesos, como los vemos en los países europeos y Norteamérica.

Afortunadamente, a pesar de no disponer de vacunas, la experiencia en al tratamiento de la infección ha hecho que su letalidad disminuya, al entenderse mejor los mecanismos de acción del virus, y diseñar tratamientos localizados que, sin evitarla, la aminoran: corticoides, ventilación de alto flujo, anticoagulantes, entre otros.

Este complejo escenario lo enfrentamos además en condiciones muy desfavorables de liderazgo y conducción política, de odiosidades y "pasadas de cuenta": el panorama no pinta bien y es un desafío fundacional para Chile.