Pocos liderazgos
El país -y el planeta- sufren los efectos de una casi completa destrucción de la legitimidad de las instituciones. Si eso no es aceptado y corregido, las crisis continuarán. Hemos toleramos que personas sin vergüenza, con pasados oscuros, lleguen al Parlamento, a los gobiernos regionales, a los municipios. Todo se ha relativizado, los estándares han caído.
No cabe duda de que buena parte de las causas de las crisis que vive el país -y también el mundo, hay que agregar- es por la ausencia de liderazgos potentes, creíbles, creativos, honestos, conectados al mundo y a la sociedad y ciertamente, trabajadores.
Chile -y todo el planeta, debemos enfatizar nuevamente- coquetean entre los extremos de uno y otro lado, con un centro que desaparece, mientras se impone el debate inflexible, pueril, inocente e ignorante de la izquierda más extrema y una derecha muy insensible a las demandas sociales y con mínima capacidad para proponer una construcción de país que supere solo los aspectos económicos.
Un buen ejemplo es el ejecutivo, que ya tiene un escaso nivel de administración y está sujeto a un cogobierno desde el Congreso, desde la calle e incluso ante un autodenominado machi, condenado, nada menos, que por el asesinato de dos ancianos en La Araucanía. Peor aún, ni siquiera parecen ser conscientes del poder que tienen y que deben ejercer.
Pero esto no es solo exclusivo de lo político. Sacerdotes pederastas, pastores corruptos, empresarios que se coludían o mienten para tener más utilidades, que abusan del medioambiente y sus trabajadores, son parte de una realidad que se ha hecho recurrente y tolerada.
Ante tal escenario el poder asumido por grupos anómicos no es extraño, pero sí peligroso, porque la administración no puede ejercerse desde la calle, sino desde la estructura que debe recuperar la legitimidad perdida casi por completo.
Hemos toleramos que personas sin vergüenza, con pasados oscuros, lleguen al Parlamento, a los gobiernos regionales, a los municipios. Todo se ha relativizado, los estándares han caído, el individualismo galopante ha hecho mella enorme, dando al éxito económico una supremacía enorme por sobre otras características más profundas e igualmente necesarias para la construcción y modelación de la sociedad.
¿Qué clase de orden, algo básico y elemental para la vida en cualquier sociedad, podemos esperar con este tipo de liderazgos mediocres o ausentes?
El esfuerzo debe ser conjunto, en todos los planos, apuntando al encuentro. Buena parte del momento es explicado por este deterioro evidente y reconocer que esa pobreza que hoy campea es el primer paso para comenzar a salir del fango.