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"Hay que volver a conversar"

IDENTIDAD. Nicolás Salinas Sepúlveda, Corporación Gastronómica La Chimba, Creo Antofagasta.
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Nicolás Salinas nació en Coyhaique en mayo de 1985, pero sostiene que eso es un dato porque creció en Arica y en distintas ciudades del Norte Grande.

Quienes lo conocen saben que es un hombre empeñoso y con gran corazón, de mirada optimista y solidaria, siempre está ejecutando alguna obra de ayuda al prójimo.

¿Cómo definirías tu infancia?

- La puedo resumir como una época de mucha alegría. Mi familia es unida y compartimos un sentido social que me inculcaron desde muy chico. Mis papás siempre me incentivaron a participar en actividades que potenciaran los valores de nuestra casa.

Aprendí también que todos pueden enseñarnos algo y que el trabajo en equipo es fundamental. Eso se reforzó también con el rugby, donde la colaboración es clave para un buen desempeño y porque además comencé mi trabajo con la comunidad a través de talleres formativos para niños en riesgo social en la comuna de La Serena. Pienso que el deporte, la familia y sobre todo la cocina son los pilares sobre los que he construido mi vida hasta hoy, siempre buscando compartir, empatizar y ayudar dentro de lo posible a mejorar las diversas realidades que vivimos como sociedad.

¿Qué momento de tu vida fue definitorio y por qué?

- Sin pensarlo mucho, vivir en Centroamérica marcó un antes y un después. Tenía 25 años y me fui a El Salvador. San Salvador es muy distinto a Chile y fue complejo salir de mi zona de confort y enfrentarme a una realidad tan diferente. Le tomé el peso al costo de la vida y aprendí a valorar las oportunidades que nos da. El Salvador es un país que llevo siempre en mi corazón porque este pulgarcito de Centroamérica me enseñó a mirar la vida con optimismo y con la certeza que, por más duras que sean las circunstancias, siempre se puede salir adelante. Aunque es un país con altos índices de inseguridad, su gente es en extremo cordial. El "buenos días o que Dios lo bendiga" son parte de su cotidianeidad y esos pequeños gestos hacen más llevadero el día a día. Su nivel de resiliencia es gigante y lo aprendí de muchas maneras.

Estuviste en Techo y trabajaste en Centro América… ¿Cuáles son tus recuerdos y aprendizajes de aquel tiempo?

- Son tantos los recuerdos y las lecciones aprendidas. En Techo me enfrenté a la gran gama de realidades que existen en nuestro país. Partí como voluntario en La Serena para luego asumir la dirección social en Un Techo Para Mi País. En El Salvador descubrí lo importante que es sacar a relucir el espíritu solidario que tenemos todos los seres humanos, pero siempre desde la lógica del enseñar a pescar y no regalar el pescado, porque no solo es importante satisfacer necesidades inmediatas, sino conocer todo lo que está implícito en esos requerimientos. Conocer y empatizar es parte de poner en valor la dignidad de cada uno.

¿Qué significa para ti la Región de Antofagasta y cómo te la imaginas en el futuro?

- Antofagasta es mi casa, la ciudad donde decidí quedarme. He aprendido que todas las ciudades viven de manera distinta y que cada una tiene sus matices y cualidades. Antofagasta es hermosa, donde vive gente que da la pelea para que seamos la Región con la mejor calidad de vida de nuestro país, donde vivimos la innovación en todas las dimensiones, sobre todo en lo social y donde estoy seguro que se están ejecutando grandes cambios. Quizás no lo valoramos, pero es una verdad tangible.

¿Cuál es el espacio de la región que más te gusta y por qué?

- Me encanta la Plaza Colón. Mi lugar de trabajo está cerca y cada vez que paso por ahí, me gusta mirar sus detalles, la gente que pasa caminando rápido o los que se sientan a disfrutar su sombra. Siento que es un espacio que tiene esa mezcla de pasado, presente y futuro. Por ahí transita nuestra esencia, el espíritu de la ciudad. Se han peleado grandes luchas y ha sido escenario de espectáculos y encuentros. Tenemos patrimonio y cultura en un solo espacio. Me gustan hasta sus árboles y palmeras.

¿Cuál es la medida más urgente para reencontrar a los chilenos?

- El volver a conversar, escucharnos y sobre todo a dejar de creernos que somos los dueños de la verdad absoluta. Esta pandemia nos está enseñando una nueva forma de vivir en comunidad y dejar de lado el individualismo con gestos tan simples como respetar al otro y no exponerlo. Al mismo tiempo, se hace evidente la necesidad de organizarse para ayudar a los más vulnerables, a los olvidados del sistema desde el propio territorio.

Soy un fiel creyente que cuando los procesos se co- construyen, obtienen mejores resultados y para eso, debemos ser capaces de escucharnos y ponernos en los zapatos de todos, sin confundir ego con liderazgos, y con humildad suficiente para aceptar el pensamiento de los otros. Esa es la fórmula: entender que somos parte de un todo.