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No es tiempo de bajar la guardia

Tras el fin de la cuarentena, la tentación de regresar a nuestros antiguos hábitos es grande, pero el riesgo debe medirse, porque hay vidas en juego. La discusión respecto a si se debió o no levantar la cuarentena en Antofagasta sigue vigente, pero lo que no está en duda es que todas las medidas preventivas deben mantenerse.
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La cuarentena terminó en Antofagasta -también en Mejillones- y la ciudad mostró casi automáticamente un panorama muy cercano a la "antigua normalidad". Un Paseo Prat lleno de personas, largas filas en supermercados y ferias, comercio ambulante, y muchas, muchas, familias paseando en las playas y parques. Preocupante por cierto.

Es un hecho conocido que el principal canal de transmisión del coronavirus es el contacto estrecho entre personas, de ahí que la recomendación más importante de los expertos sea evitar las aglomeraciones, lo que al parecer no se ha entendido.

Es cierto que después de tres semanas de cuarentena y varios meses de alteración en las rutinas, muchos sentimos el impulso de retomar nuestros pasatiempos, salir, ver a nuestros familiares y amigos, pero aquello tan comprensible no debe llevarnos a bajar la guardia, porque el coronavirus sigue presente y cuesta pensar que pronto vaya a iniciar su retirada.

Si debió o no levantarse la cuarentena, es un debate de expertos donde y ciertamente existen miradas divergentes. Pero en lo que hay acuerdo absoluto es que las medidas de prevención no deben descuidarse.

El lavado constante de manos, el uso de mascarillas y el aislamiento social son medidas básicas que siguen siendo extremadamente necesarias, lo mismo que evitar las multitudes y la exposición innecesaria. Así lo ha dicho reiteradamente la autoridad sanitaria y también el intendente, quien incluso advirtió que las cuarentenas son dinámicas y pueden reinstalarse si los escenarios cambian.

Por eso el llamado es a ser prudentes, la sociedad completa quiere comenzar a dejar atrás la pesadilla que ha vivido los últimos meses, sin embargo actitudes poco responsables o apresuradas pueden hacer que todo el sacrificio ya realizado se vaya por la borda y sea necesario comenzar todo de nuevo.

La humanidad y nuestro país vive un momento complejo. La curva de contagios se mantiene elevada y existe una gran proporción de casos activos, asunto que parece confirmar que el escenario sigue siendo de delicado. Por eso cuidado, que el deseo de normalidad no nos juegue en contra.

El Regreso

"Para sentirnos seres humanos valorados nos necesitamos unos a los otros, interactuar físicamente y expresarnos". Marcello Marchese, Presidente del Consejo Asesor de Finning Sudamérica
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A propósito de lo que estamos viviendo, recuerdo lo que decía un destacado profesor chileno que enseñaba Enel MIT, EE.UU., a principio de los años 90. "Si no estás en Internet vas a desaparecer, las ventas en lugares físicos van a dejar de existir y la gente ya no visitará malls, supermercados ni tiendas, la mayoría de las transacciones y relaciones serán virtuales". Han pasado casi ya 30 años desde ese entonces, y si bien es cierto los patrones de compra han cambiado y hay más canales distintos para hacerlas, también es cierto que se han construido más supermercados y malls en estos años. De hecho, los malls han girado hacia ser un centro de reunión y paseo, como lo eran las plazas públicas de hace 50 años o más.

Muchos dicen por estos días que esta pandemia que estamos viviendo va a cambiar la forma de relacionarnos, que ya no seremos tan cariñosos al saludarnos o reunirnos, que guardaremos distancia entre nosotros, que seremos más desconfiados, que el comercio electrónico ganará por sobre el físico, que el teletrabajo impactará en las relaciones laborales y en los tamaños de oficinas, y en muchas más.

Podríamos elaborar diversas teorías, incluyendo incluso, algunas de tipo apocalípticas sobre cómo será el regreso a la vida cotidiana después de esta pandemia. Pero creo que esta situación nos ha demostrado que más que nunca, la cercanía entre nosotros; el mirarnos al hablar, el reírnos o compartir nuestras penas en una reunión de familia o amigos, darnos la mano, abrazarnos, besarnos, sentarnos a una mesa con los que queremos, apoyarnos, hacer un salud por muchos motivos y así tantas cosas que involucren nuestra presencia, es básica para una buena convivencia, para hacer comunidad, para expresarnos, para crecer, para reconocer y ser reconocidos, para agradecer, para apoyar y ser apoyados, para nuestra salud mental y tantas otras razones que me hacen tener una mirada positiva que volveremos a conectarnos con nosotros y los otros. En resumen, para sentirnos seres humanos valorados nos necesitamos unos a los otros, interactuar físicamente y expresarnos de la misma forma.

No nos angustiemos, como dijo Heidelberg "hay que cerrarle las puertas a la angustia".

Ética humanitaria y la última cama

"En tiempos mercantiles, como nuestros tiempos, la muerte puede llegar a convertirse en una transacción". Dr. Carlos Haefner, Instituto de Gestión e Industria Uach
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La forma de reaccionar ante la muerte nos habla mucho respecto a cómo son las culturas, sociedades y sus habitantes. Somos una especie consciente de nuestra finitud y de los otros, por ello la forma socio - cultural que hemos diseñado para enfrentar ese momento es esencial para entender nuestras propias significaciones como sociedades. Para Edgar Morin, la muerte es nuestro rasgo más humano, no solo por configurar pensamientos sobre la muerte sino y, por, sobre todo, nuestra muerte. La muerte es social y cultural.

La muerte nos acecha a lo largo de la vida. A veces los muertos se han constituido en medios simbólicos de comunicación entre antepasados y descendientes en la cual surgen la muerte como un ritual social. Al decir de C. Levi - Strauss, la muerte está ligada a la vida cultural y social de todos los individuos, del conjunto de sus creencias, es por este motivo que todo proceso mortuorio es también un constante de repensarse a sí mismo dentro del grupo al que uno pertenece. Por ello, en tiempos mercantiles -como nuestros tiempos- la muerte puede llegar a convertirse en una transacción, en el sentido de disociar la vida de la muerte. Un claro ejemplo de esa disociación, lo encontramos hoy cuando la pandemia remece nuestras cotidianidades y hace aflorar ciertos discursos que se habían resistido emerger con nitidez.

Así, escuchamos y leemos como se nos está planteando el dilema "de la última cama". Todo ello con un sentido sacrificial pragmático y ausente de humanidad.

Son miles las personas mayores que han muerto en el mundo por el COVID-19, las estadísticas son difusas y poco transparentes en muchos países lo que no facilita poder establecer cifras creíbles y transparentes. Especialmente, porque gran parte de los decesos han ocurrido con personas mayores que vivían en residencias para la tercera edad, ya sea bajo tutela del estado o bajo administración privadas en las cuales se sospecha de negligencias, carencias de personal, de material asistencial y atención médica oportuna.

Cabe señalar que, en Italia, específicamente en Milán, se ha iniciado una investigación judicial sobre la muerte masiva de ancianos. Sectores de la sociedad italiana se interrogan sobre cómo fue posible que ello ocurriese; cifras conservadoras sostienen que el 20 % del total de muertos de la región lombarda se produjeron en residencias de ancianos. Algo similar ocurrió en España, Francia e Inglaterra. No puedo dejar de pensar en el secretismo que se ha dado en las residencias de adultos mayores en Chile. Sigue siendo una noticia marginal. En nuestro ritual cultural y ética de sociedad mercantil se asume que la muerte de los adultos mayores son un costo calculado y proyectado.

Por su parte, el gobierno mexicano ha puesto en circulación la guía bioética de asignación recursos -ante la esperada saturación de su sistema de salud- en la cual se plantea que se dé preferencia a los jóvenes antes que a las personas mayores. Se afirma que hay que realizar triaje y en una semántica más dócil salvar la mayor cantidad de vida por completarse. El debate está en el centro de la mesa. Los argumentos que abordaremos serán el espejo en cual nos miraremos como sociedad; en el fondo quizá es nuestra última oportunidad de construir una ética humanitaria y democrática, tal como lo afirma J. Habermas "el valor de la vida debe seguir siendo el mismo para todos. Cualquiera que deprecie la frágil, y débil vida de los adultos mayores prepara el camino para una depreciación de cada vida …aceptar que tiene un valor diferente desgarra la red social de solidaridad entre las generaciones y divide a la sociedad en su conjunto.