Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Actualidad general
  • Opinión
  • Clasificados
  • Servicios
  • Deportes
  • Espectáculos

Transformación del trabajo

La pandemia nos está mostrando una parte mínima -en materia de tecnología y sociedad- de cómo será el futuro. Seguir negando aquello es un error histórico. Lamentablemente, estos asuntos no están en Chile, no aparecen en nuestras conversaciones. La mayoría de los temas son cuestiones del pasado, de otro tiempo que no volverá.
E-mail Compartir

Hace algunos meses -antes de la pandemia de coronavirus y la crisis social de octubre- el economista Sebastián Edwards dijo en una entrevista que "en los próximos 84 meses la mitad de los chilenos perderá su empleo y serán reemplazados por máquina". Esto es siete años.

El juicio, provocador y discutible, indudablemente abre una discusión que hay que tener y que cuenta con asidero en lo real. Las máquinas cada vez más inteligentes están reemplazando muchas labores que eran realizadas por humanos, lo que hasta hace poco era inimaginable. Taxis y camiones conducidos por robot - computadoras, servicios dispensados por operadoras son cada vez más comunes.

Cuando decíamos que el futuro estaba cada vez más cerca, nunca lo tomamos tan en serio -al menos demasiadas autoridades- , pero el impresionante avance del coronavirus ha hecho posible transformaciones sustantivas en este plano. El trabajo ya no será lo que fue, por esta causa y por otras olas transformadoras que están en ciernes.

Mañana será conmemorado un nuevo Día del Trabajador en Antofagasta y en todo el mundo. La fecha recuerda a los mártires de Chicago, quienes perecieron en su demanda por una jornada laboral de ocho horas. Era el año 1886. Es decir, hace 130 años, cuando las condiciones de la economía y el mundo del trabajo, remitiéndonos a Occidente, eran absolutamente precarias, agobiantes, insalubres, inseguras, mal pagadas y con mínimos derechos.

Desde entonces se ha avanzado y mucho, aunque persisten deudas en algunos sectores económicos y países específicos. No obstante, los desafíos del mundo del trabajo y los trabajadores en el siglo XXI son otros y poco se habla de éstos. Porque hay algo que debiéramos dar por hecho fehaciente: el mundo que conocimos, ya desapareció y no volverá. Estamos en presencia de una transformación de magnitud enorme, que sucederá igual, aunque pretendamos controlarlo con los precarios medios a nuestro alcance.

Es el mundo que se viene, que no elegimos y ante el cual debemos prepararnos. Flexibilidad y educación permanente serán absolutamente claves.

Tiempos inciertos requieren hechos confiables

"Las brechas que arrastramos desde el pasado, pesarán más que nunca en el escenario de bajo crecimiento". Esther Croudo, Alianza Antofagasta
E-mail Compartir

"Algunas veces, por un instante la historia debería sentir compasión y alertarnos" propone la poetisa Sandra Cornejo, y en tiempos de pandemia más aún. Especialmente en un mundo que se tornó volátil e inestable. Y que observó cómo en menos de un mes, cambiaron varios indicadores que hicieron tambalear antiguas certezas.

Partamos por la brusca caída en el crecimiento de China. El 16 de abril se informó que el PIB del gigante asiático registró durante el primer trimestre de 2020 una caída del 6,8% en comparación al primer trimestre del 2019, su primera contracción económica en 44 años. Luego fue el petróleo. El lunes 20 de abril, mientras los contagiados por COVID-19 superaban los 2 millones en el mundo, el precio del barril de petróleo se desplomaba alcanzando precios negativos por primera vez en la historia. Colateralmente, cayó el precio del cobre el martes 21 de abril en un 3%. Sin embargo hacia fin de mes las señales comenzaron a ser un poco más auspiciosas. Wall Street abrió al alza el martes 28 y China volvía a reactivar su economía.

Todo lo anterior dando cuenta de cómo la volatilidad se apropia del momento. Cuyo detonador de tranquilidad está anclado a la duración de la pandemia, a encontrar una vacuna y a la eficiencia de las políticas públicas que adopten los países.

Pero en el caso de Chile, a este escenario tenemos que sumar el estado en que nos encontrábamos previamente. No desde su macroeconomía. Sí desde aquello que no hemos logrado mejorar y que el estallido previamente y la pandemia ahora, dejan en evidencia. Son muchas las variables que se imponen para el análisis: arrastramos por largo tiempo el debilitamiento del tejido social, cierta desconfianza en las instituciones, falta de consenso a nivel político. A lo que se suma una crisis de productividad de larga data.

Las brechas que arrastramos desde el pasado, pesarán más que nunca en el escenario de bajo crecimiento y alto desempleo que se proyecta. Y si bien hoy es minuto de ocuparnos de la crisis sanitaria, de proteger vidas, de llamar a la austeridad y al compromiso. Es momento también de iniciar las conversaciones que nos faltan.

O es que estamos pensando que una vez superada la pandemia, ¿Volveremos a nuestras viejas certezas? La crisis actual está desafiando a la economía. No sólo en el ámbito de cómo recuperar empleos, levantar inversión, avanzar en la digitalización, en la economía verde, sino también en la búsqueda de fórmulas para reconstruir nuestras relaciones.

Hace sentido hoy, ante la evidencia de la finitud, adueñarnos de nuestro propio destino. Es minuto de reunirnos el sector privado, el sector público, la academia, los intelectuales, la sociedad civil para romper la inercia, armar un relato común y levantar un proyecto Región donde de cara a los desafíos sociales y económicos avancemos a una efectiva nueva normalidad. El momento demanda construir desde el optimismo de la voluntad hechos confiables que concurran a salvaguardar el futuro de las personas.

Convergencia de voluntades

"Descubrimos que la obediencia a la autoridad no significa sumisión, es colaboración". Emile Ugarte, Arquitecto
E-mail Compartir

La pandemia del coronavirus nos está cambiando como seres humanos, empezamos a valorizar lo que es esencial, pero la otra cara de este virus puede provocar en una crisis mayor, como la recesión económica, sumando el estallido social y el cambio climático que ya la hacía compleja. Esto nos hace cambiar la pregunta que nos hacíamos recientemente ¿Qué nos falta? que era de muy fácil responder. La de hoy, con el COVID-19 es ¿Qué podemos hacer con lo que tenemos?

Descubrimos en este tiempo de pandemia, que la tomas de decisiones de la autoridad son complejas, hemos empezado hablar de lo que nos une, de lo que estamos de acuerdo, nace un nuevo concepto, "La Convergencia de Voluntades." Clave para lograr éxito en este nuevo desafío que se nos avecina.

Descubrimos que la obediencia a la autoridad no significa sumisión, es colaboración. En estos tiempos tan difíciles tenemos que cambiar de actitud; no podemos ser oposición a la autoridad sino sus colaboradores. La responsabilidad empieza con nosotros mismos y así contribuimos con los demás. Por los momentos que pasamos se pierde la competencia, y nace la confianza que nos convierte en seres colaborativos.

Con esta nueva mirada que va irrumpiendo en forma natural, surge la planificación como algo muy necesario, el reconocer de lo que disponemos para su aprovechamiento y una comunidad que empieza a cohesionarse dejando atrás el estallido social.

Vivimos en la región con más posibilidades de desarrollo de todo el país; con puertos con una ubicación estratégica en el continente, y si se integran pueden lograr su máxima eficiencia al no ser afectados por las marejadas que genera el cambio climático, tenemos energía por la mayor radiación solar del planeta que nos da la posibilidad de producir al mundo hidrogeno verde, volver a convertirnos nuevamente en productores de metales, participar en la cadena global de la electro movilidad, de maquinaria minera y de aparatos de energía renovable. Tenemos la posibilidad de hacer una plataforma agroindustrial en la provincia del Loa para el corredor bioceánico…

Así lograremos consolidar "la convergencia de voluntades" que está naciendo. Con esta nueva mirada, superaremos gran desafío que se avecina.