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Importancia de la investigación

"Si seguimos maltratando la naturaleza, esta situación se seguirá repitiendo". Dra. En virología, Johanna Obreque, Dra. Pamela Chávez y MSc.(c) Andrea Contreras, Fundación Mi Norte
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Analizando la situación que estamos viviendo actualmente con el coronavirus, podemos sacar varias lecciones:

1. La importancia de la investigación científica en la vida diaria, en el año 2007 (¡sí, 2007!) Vincent Cheng publicó un artículo en el Clinical Microbiology Review donde advertía sobre el coronavirus y su capacidad de mutar, lo que podía generar nuevas cepas del virus tipo SARS. La presencia de un gran reservorio de este tipo de virus en murciélagos y la costumbre en el sur de China de comer mamíferos exóticos, dijo: es una bomba de tiempo. Debemos invertir en ciencia y escuchar a la ciencia también.

2. Este no es el único caso donde el humano ha creado sus propias enfermedades, recordamos el caso de los priones, donde una proteína defectuosa podía destruir el sistema nervioso, me refiero a la enfermedad de las vacas locas, el origen del prion fue debido a que las vacas las alimentaban con carne de oveja (actualmente práctica prohibida), en las ovejas se conocía esta enfermedad, lo sorprendente fue que el prion salto de una especie a otra, lo que produjo que llegara finalmente al ser humano al comer carne de vacuno. Esta fue una gran lección de los efectos que podemos generar al realizar acciones que nunca sucederían en la naturaleza, como que una vaca se alimente de una oveja.

3. Pensar que quién nos daña son los malos de la película. Con esto nos referimos a un depredador como por ejemplo el tiburón, sin embargo, ahora comprendemos que el rol de los depredadores es crucial en mantener las poblaciones depredadas saludables, eliminando a los sujetos enfermos o lentos. Los virus también cumplen su rol en el ecosistema, es similar a un depredador, regula las poblaciones que en gran número pueden producir daño al ecosistema, como por ejemplo los blooms de algas marinas que pueden matar otras especies marinas. Además, tiene un rol en la evolución al seleccionar los organismos que fueron capaces de recuperarse del ataque de un virus, argumento utilizada en la novela de ficción: "La guerra de los mundos" de H. G. Wells.

4.La lección más grande de esta pandemia, es a la arrogancia del ser humano, creemos que podemos modificar la naturaleza, utilizar sus recursos sin límites y no tendrá ningún efecto sobre nosotros, sin embargo, el microorganismo más pequeño, que sólo puede ser visto con equipos sofisticados, nos tiene de rodillas y la naturaleza no se ha demorado en retomar su lugar, hemos visto como vuelven los peces y hasta los delfines a las cristalinas aguas de Venecia (¡quién lo diría!!), el National Geographic nos muestra la drástica disminución de los niveles de contaminación atmosférica, mejorando la calidad del aire en distintas ciudades.

5. Es triste pero cierto, si seguimos maltratando la naturaleza, esta situación se seguirá repitiendo, y tenemos la esperanza que por fin utilicemos la inteligencia para concluir que es más fácil cambiar nuestra actitud hacia ella, que empezar una carrera sin fin para producir vacunas con mayor rapidez, donde claramente no seremos los ganadores.

Mala imagen de los parlamentarios

Reducir el problema del Congreso a su dieta y número es demasiado simple. Lo complejo es que estos representantes no parecen tener buenas ideas. Casi siempre observamos una profunda desconexión con la sociedad y una incapacidad para interpretar la sociedad, salvo que usen mapas del siglo pasado, es decir, que ya no sirven.
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El Congreso tiene hoy un nivel de respaldo que apenas se empina al 10% y es, por lejos, la institución más desprestigiada de la República, junto a los partidos políticos, de acuerdo a varias encuestas, entre estas la última realizada por Cadem.

Razones hay muchas y variadas, una más compleja que otra, pero una cosa cierta es que el desprestigio lleva años. Los malos resultados obtenidos por el Parlamento, no son recientes y menos nacieron el pasado 18 de octubre.

Las quejas más repetidas tienen que ver con los honorarios y la cantidad de parlamentarios que tiene el país. En la actualidad, el sueldo bruto de los legisladores es de $9.349.851. A esto se suma una asignación para gastos de funcionamiento de entre $23.632.824 a $24.135.844 mensuales -dependiendo de la región- para cada senador y de unos 11 millones 500 mil pesos al mes para cada diputado.

Tales cifras deben compararse con otros países de ingreso similar para tener una comparación algo más objetiva. Si lo hacemos en relación con Sudamérica, son efectivamente caros.

Sin embargo queda la impresión de que las dificultades y críticas tienen que ver con otros asuntos algo más profundos. Centrar todo en este aspecto, dejaría lo sustantivo en un segundo plano.

Los parlamentarios hacen leyes, ese es su objetivo, representar a la ciudadanía, sus intereses para transformarlos en marcos legales que modelen la sociedad en función del bien común perseguido.

El problema es que la sociedad nacional percibe que tales estructuras no se han hecho para su beneficio, sino para el de unos pocos privilegiados de los mundos económicos y políticos. Es decir, los parlamentarios estarían interpretando mal las demandas de la sociedad.

¿Es esto producto de la desconexión de ellos con el resto de los chilenos? Y si así fuera ¿cuál es la causa?

Es probable que tengamos congresistas de nivel medio y en ningún caso superlativo, como ocurrió en décadas anteriores. La mayoría -sin duda- es gente honesta, trabajadora, pero con una capacidad de interpretación pobre, con escasas ideas y pocas prospecciones para el futuro. Eso es lo más complejo.

Navegantes

"Con la certeza de que llegaremos a buen puerto, todos debemos apretar los dientes, pero también ver como los distintos actores se comportan". César Trabucco, Sociólogo
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La idea de tormentas perfectas, que el cine mostró en toda su magnitud, normalmente está asociada a mares monstruosos que amenazan la supervivencia. En mi memoria histórica surgida de relatos de mis abuelos el Atlántico fue una travesía de meses sometidos a todo tipo de riesgos en alta mar con una característica, un navegante con experiencia y prioridades claras. Llegar a puerto sin otra consideración que la vida de sus pasajeros.

El capitán del Titanic, con toda su pompa, considero primero la imagen de la empresa naviera, postergó decisiones urgentes, distribuyó los botes por clase de pasajero y todo lo que sabemos a partir, también del cine. Allí, quizás los más dignos, la orquesta del Titanic en su desastroso final.

En nuestras circunstancias entre estallido social, coronavirus, sequía y crisis de los mercados la metáfora, que salta de inmediato, es una tormenta perfecta de aquellas. De esas que ni siquiera el cine se atrevió a escenificar porque era difícil hacer creíble una conjunción de esta naturaleza.

Pero puestos en situación lo que nos queda esperar entonces es que el navegante y su equipo tomen las decisiones adecuadas para arribar a puerto con el menor daño posible y ojalá con mayor cantidad de tripulantes a bordo.

Algunas preguntas entonces: ¿Quién manda la nave? Una de las primeras cosas que necesitamos saber es quién toma decisiones, ¿el Presidente, los alcaldes, los grandes empresarios? Porque hasta acá hemos visto algunos arrancarse con algunos botes y eso trae desconcierto. Este no es momento para lograr minutos en la TV. Lo que los pasajeros queremos saber es quién y con qué criterio toma decisiones y las comunica transparentemente.

¿Las decisiones se están tomando en forma oportuna? A quien se escucha ¿a los dueños de la empresa naviera? ¿A los expertos que saben de mar gruesa o a los que llevan los mejores camarotes? Porque hasta ahora muchas decisiones huelen a oportunismo, como el CEO de Latam que pide ayuda financiera a través de la TV y Las compañías privadas de agua potable que ya están pidiendo auxilio económico. Una larga, larguísima lista de oportunismos basados en la capacidad de hacerse oír por los medios en los oídos privatizadores adecuados.

Qué ocurre con el parlamento que está con ganas de no seguir funcionando, a diferencia de la orquesta del Titanic, acaso todos los que siguen trabajando para sostener este barco en marcha no están asumiendo los mismos riesgos de contagio y aun así se mantienen al pie de sus instrumentos.

Con la certeza de que llegaremos a buen puerto, todos debemos apretar los dientes, pero también ver como los distintos actores se comportan.

En el puerto quizás tengamos muchos más elementos a la vista para definir qué tipo de salud y estado queremos en la futura constitución que es una tarea pendiente.